Uno
de los trabajos más codiciados de todos los tiempos fue trabajar para un
político de alto rango. Pero nadie nunca piensa en que tiene sus pro y contra.
Pro: ganar más dinero que otra
persona en la misma posición, en una empresa o negocio diferente. (Todo
empezaba por el nepotismo y continuaba con el tráfico de influencia). Uno puede
ahorrar (si se es lo suficientemente inteligente para hacerlo) el dinero necesario
para vivir bien inclusive por diez años más. Una de las formas sería abrir una
cuenta bancaria en otro país, y juntarlo todo allí, para, de igual manera,
poder utilizarlo en caso de emergencia. Todo era factible; pero había un
requisito muy importante para sobrellevar el trabajo: ser cuidadoso con todo y
por sobre todo, con todos.
El Dr. Maxwell, nunca fue alguien común o querido, era uno
de los políticos que más enemigos cosechaba alrededor del país. A las personas
que trabajaban con él siempre los tenía en alerta, les pedía que tuvieran
guardaespaldas, cuando no estén trabajando, para que los cuiden, ya que algo
que el Dr. Maxwell apreciaba, era a sus empleados.
Y justamente ese era parte de los «Contra»: Te conviertes
en un blanco fácil. El mundo siempre te odiará sin motivo en particular, tal
vez por trabajar para un político, tal vez porque ese político prometió
demasiado a demasiada gente y no cumplió ninguna de sus promesas… uno nunca
entiende la mente de la multitud. Y tampoco ve venir nada.
•••
Charlotte DeHaan era la mano derecha
del Dr. Luke Maxwell, político y abogado de renombre en todo Chicago, hacían ya diez años que ella
trabajaba para el «Dr. M», como solía llamarlo en ciertas ocasiones. Decir que era
su mano derecha significaba englobar realmente todo lo que hacía. Más que su
jefe, era la figura paterna que nunca tuvo hasta antes de trabajar con él, pero
no lo trataba como tal.
«Charlie» como todos la llamaban
afectuosamente, creía fervientemente que estaba viviendo su historia perfecta.
Tenía aun novio adorable; no podía pedir alguien mejor que él. Consideraba a
James el coprotagonista de su cuento personal. Lo amaba y él la amaba.
Planeaban casarse.
El Dr. Maxwell y James planearon juntos la fiesta de
compromiso, sin conocimiento de Charlie. Le
habían dicho que era una cena social, por lo que ella asistió sin más, como
solía hacerlo, por obligación a estar presente al lado del Dr. Maxwell, en caso
de que necesitara algo. Solo en
la fiesta ella se había percatado de que el lugar estaba lleno de gente
conocida, amistades suyas y de James. Inclusive estaba su hermana Gabrielle,
junto con su sobrino David.
La fiesta se llevó a cabo en uno de
los salones privados más lujosos de la ciudad, el cual estaba ambientado acorde
a una cena social, por lo que ni sospechó, siquiera.
Días antes se había comprado para la
ocasión un vestido de encaje, sin mangas, color marfil con cola de sirena. Era
verano por lo que no necesitaba cubrirse con nada. Jamás repitió un solo
vestido en todos los años que trabajó con el Dr.; siempre deslumbró con cada
uno de los que elegía. Su trabajo la obligaba a resplandecer en cada salida
social porque siempre se veía rodeada de gente adinerada que no escatimaba a la
hora de buscar con qué vestirse.
Cuando
hubo llegado al salón la recibió Matthew, uno de los guardaespaldas del Dr.
Maxwell, quien a la vez era su mejor amigo y el padre de su sobrino, David.
—¡Mírate, estás espléndida! —dijo
Matthew con algarabía al verla.
—¿Cuándo no lo he estado? —inquirió
Charlie.
—Esta es tu noche, disfrútala.
Ella le sonrió extrañada e ingresó al salón sin mirar a
nadie, ya que una costumbre suya era no mirar a los invitados hasta estar con
el Dr. Maxwell. Mientras caminaba se colocó el headset single en la oreja
derecha, era su intercomunicador con Matt por cualquier cosa que necesitara uno
del otro. Se dirigió hacia uno de los círculos donde se encontraba el Dr.,
charlando con otros invitados. Cuando llegó los saludó a todos y cada uno de
ellos, quienes eran conocidos del Dr. Maxwell, pero no suyos, aunque sí los
había visto en otras ocasiones.
—¡Allí estás! —exclamó al verla.
—Buenas noches, Dr. Maxwell.
—Siento haber invitado a tan poca gente —comentó él por lo
bajo.
Charlie echó un vistazo a la multitud y se encontró con puras
caras conocidas. Sus compañeros de promoción, ex empleados del Dr., amigos de
James, sus familiares… todos la saludaban sonrientes. Comenzó a girar sobre sus
tacones negros y todo el salón, literalmente, tenía los ojos en ella. Giró de
nuevo hacia donde había estado su jefe, pero no fue a él a quien encontró, sino
que fue James el que estaba parado en su lugar, emocionado, sonriente.
—¿Qué es esto? —exclamó algo atontada, sin entender nada.
James estaba vestido con un esmoquin negro, camisa negra,
chaleco gris oscuro y, según Charlotte, una increíble corbata celeste que hacía
juego (pero ni de lejos le hacía justicia) con sus ojos del mismo color. Su
cabello castaño rojizo, que por lo general lo tenía siempre alborotado, estaba
bien peinado, con una raya al costado.
Un leve pitido provino del auricular, Charlie ladeó la
cabeza y presionó el botón para escuchar a Matt.
—Dime —respondió.
—¡Felicidades! —exclamó emocionado y luego volvió a sonar
el pitido, pero que esta vez finalizaba la comunicación.
Cuando volvió a centrar su atención en James lo encontró
ridículamente arrodillado en una pierna, extendiendo ante ella una pequeña
cajita azul, abierta, que contenía un anillo dentro.
—¿Te quieres casar conmigo? —preguntó James con la sonrisa
más sincera que nunca esbozó.
•••
Después de eso todo había cambiado. Charlie y James no
llegaron a casarse y no por algún desengaño, sino por un atentado que sufrieron
Charlie, Matt y el Dr. Maxwell, a raíz del cual terminaron huyendo del país
para protegerse a sí mismos. Lo que había pasado destrozó a todos ya que la decisión que tomó el Dr. Maxwell fue algo
que nunca siquiera imaginaron. La «huída» terminó siendo una bomba que al
estallar derrumbó el castillo desde los cimientos.
Aquel día el cielo estaba encapotado, el invierno se
encontraba en su auge sin dar tregua siquiera a los desamparados. Por las
aceras, las personas caminaban con paraguas en mano por precaución ya que bien
temprano una reportera del clima anunciaba inestabilidad para todo el día.
Alrededor de las diez y treinta de la mañana Charlie junto
con Matt, estaban camino a una de las reuniones de Comité del Dr. Maxwell.
Ella, en el asiento copiloto, iba leyendo una versión online del periódico, a
medida que bebía lentamente el café que se había comprado antes de abordar.
Matt conducía mientras se quejaba de que tenía planes que serían arruinados si
se largaba a llover; el Dr. Maxwell, por su cuenta, iba sumido en sus
pensamientos, mirando por la ventana, en el asiento trasero del coche,
escuchando música con headphones beats.
Aquel habitual viaje terminó convirtiéndose en una
emboscada; en la intersección de una de las avenidas fueron brutalmente
atropellados por un camión transportador de contenedores, el cual arrastró al
auto en el que iban, por varias calles. En el impacto Charlie soltó un alarido,
por el golpe la tableta que tenía en la mano salió volando por la ventanilla
mientras que su café terminó quemándole parte del brazo y los muslos. Matthew
se encontraba inconsciente por la fuerza del impacto ya que el camión había colisionado
por su lado. Cuando se detuvo el arrastre el camión retrocedió y se dio a la fuga, pero de la
nada aparecieron dos camionetas Hummer negras, completamente blindadas, de
ellas descendieron tres hombres por cada lado, armados con metralletas. Iban
con pasamontañas, uniforme militar y botas negras, nada decía quiénes eran,
pero había algo seguro, querían liquidarlos.
El Dr. Se encontraba tirado en el suelo de los asientos
traseros, Charlie lo miró y vio correr sangre por su cabeza. Se desabrochó el
cinturón de seguridad e hizo lo mismo con Matt, tirándolo también hacia abajo,
cuando se aseguró de él se acuclilló en el suelo, a la espera de lo que llegara
a suceder.
Muchos dicen que cuando estás a punto de morir ves pasar tu
vida frente a tus ojos, Charlie no lo consideró de ese modo en aquel momento ya
que todo pasó tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de pestañear antes de la
balacera.
Los seis hombres dejaron caer una lluvia de balas sin
final. Dispararon a quemarropa sin compasión, por todo el auto. Charlie pudo
sentir cuando varias balas atravesaban su cuerpo. Soltó varios gritos mientras
trataba de acurrucarse más. Cuando menos lo esperó se hizo el silencio. Escuchó
cómo se cerraban puertas y luego los motores de ambas camionetas rugieron mientras
se alejaban del lugar. Le ardía la vida misma. Tardó dos segundos en presionar
el botón de emergencia de su intercomunicador y cuando respondieron apenas pudo
pronunciar el nombre de la intersección hasta la que habían sido arrastrados.
Se desangraba, estaba más empapada de sangre que Matt o el
mismo Dr. Maxwell. De pronto se encontró en una crisis nerviosa porque no podía
moverse y no sabía la gravedad del estado de ambos. Se le nublaba la vista,
lentamente iba perdiendo el conocimiento luego del agonizante dolor que sentía.
—Doc… —intentó pronunciar, pero ya no pudo. Simplemente se
entregó a la oscuridad segura de que no sobreviviría a eso.
•••
Giovanna, la madre de Charlotte
había fallecido cuando ella y su hermana eran apenas unas niñas, tenían cinco y
ocho años respectivamente, por lo que Charlie recordaba poco y nada de ella. No
conocieron a su padre ya que había abandonado a la madre de ambas cuando esta
se había embarazado por segunda vez, por lo que fueron criadas por la abuela de
ambas. Una mujer amorosa, llena de bondad. Se pasaba hablando y contando
historias sobre su increíble hija Giovanna y para Charlie fue conocer de alguna
forma a su madre mediante su abuela. Por eso fue que la reconoció, además de
haberla visto en cientos de fotos, cuando la vio sentada hacia sus pies, en su
cama.
—Hola —le dijo su madre, sonriente.
Charlie intentó moverse, ya que no
entendía lo que sucedía, pero no lo consiguió, probó una vez más con algo
simple como cambiar de posición sus piernas, pero estas no respondían a la
orden de su cerebro. A los pocos segundos terminó dándose cuenta de que no solo
no podía moverse, sino que en realidad ni siquiera sentía su cuerpo entero.
—Shhh, tranquila. Estás bien.
Le acarició el cabello y Charlie
sintió como electricidad recorriendo por su cabeza, pero no sintió su tacto.
Empezó a desesperarse y a lo lejos escuchó un pitido largo que no se detenía.
Su madre posó su mano sobre su pecho y volvió a sentir electricidad, solo que
en ese momento lo sintió por todo el cuerpo.
—Aún no —le susurró al oído. El pitido dejo de ser largo
para volverse intermitente y fue lo último que captó antes de que todo se
desvaneciera a su alrededor.
•••
Desde el momento en el que Charlie abrió los ojos, en una
habitación de hospital, no dejaron de hacerle pruebas y análisis cada cierto
tiempo. Una de las balas que dio con ella golpeó gran parte del hombro
izquierdo, por lo que le hicieron una artroscopía para extraer el proyectil y
reparar el daño, tuvo coágulos de sangre importantes y mientras extraían otra
bala de una de sus costillas izquierdas su corazón había dejado de latir, la
reanimaron con el desfibrilador, pero no había sido fácil ya que no reaccionó
sino hasta la tercera descarga eléctrica. Las quemaduras habían sido lo de menos
a la hora de atender a Charlie. Tuvo impactos más de bala en el muslo izquierdo
ya que fue el lado expuesto a la hora de esconderse. Tendría que usar
cabestrillo y andar en silla de ruedas por un buen tiempo, hasta que pueda
moverse por su propia cuenta. Llevaba vendado casi todo el cuerpo y le rogaron
que no haga movimientos bruscos porque sufriría mucho dolor, además de que
podría hacer que se le suelten los puntos que le dieron para cerrar las
heridas.
Charlie intentó canalizar todo, pero
su cabeza era un revoltijo de información. Le habían explicado incluso que
despertó dos días después del accidente,
pero no le contaban nada ni de Matt ni del Dr. Maxwell. Vivía demasiado
pendiente de todos menos de ella misma. Preguntó por ellos y le explicaron que
ambos estaban bien. Matthew tuvo una conmoción cerebral a causa del choque,
recibió también varios impactos de bala, pero fueron heridas menores gracias a
que ella lo había echado a un costado. En cuanto al Dr., sólo recibió un
impacto de bala en el brazo derecho a la altura del músculo. «Era de esperarse
que todos saliéramos heridos», pensó. Pero en realidad se sorprendía bastante
de seguir viva, ya que fue la que en peor condición se encontraba.
Estaba algo desorientada luego de
tantos análisis y tanta información, ella sólo quería saber qué hora era porque
la noche había caído cuando la dejaron tranquila.
El Dr. Maxwell iba con una bata de
hospital, vendas en la cabeza y el brazo, cuando entró a la habitación de
Charlie, y para pesar de ella, él iba andando como si nada, mientras que ella
siquiera podía moverse a su antojo.
Tomó asiento en uno de los sofás
para invitados que tenían en la habitación, suspiró con pesar al verla en la
cama. Charlie no pronunció palabra alguna, solo quedó expectante a que diga
algo el Dr.
—Estamos en peligro —soltó de
repente.
Charlie quería exclamar algo como:
«¡Oh! ¿En serio? No lo había notado…», pero no lo hizo. Simplemente quedó
atenta que terminara de hablar.
—He tomado la decisión más apropiada
en este momento ya que no quiero exponerlos a más peligros, tanto a ti como a
Matt —hablaba a trompicones, Charlie
seguía sin entender adónde quería llegar el Dr. Maxwell—. Tienen un increíble
futuro por delante, ambos, y es justamente por eso, que los hice pasar por
muertos a los dos, junto conmigo.
Charlie había quedado petrificada.
De piedra. Su rostro describía un estado de
confusión completamente comprensible para el Dr. Maxwell. Mentalmente
ella repetía las palabras «los hice pasar por muertos»; y su cerebro procesaba.
Lo entendía, pero no lo creía.
—Cuando nos rescataron yo estaba
consciente, pero fingí no haberlo estado para que, si había alguien esperando
informe del resultado del ataque, creyera que morimos los tres —la miró
fijamente mientras seguía hablando—. Algo me dice que por más de haberse dado a
la fuga inmediatamente al terminar la balacera esos hombres dejaron a alguien o
tenían algún espía en otro lugar, necesitaban cerciorarse de que su plan se
haya llevado a cabo con éxito. No pudieron haber huido sin saber resultados
—soltó un suspiro—. Estábamos ensangrentados, semi muertos cualquiera diría que
es un milagro todo esto. Tú más que Matthew o yo —soltó otro suspiro, agachando
la cabeza. Cerró los ojos y permaneció así por unos segundos. Cuando iba alzando
la cabeza, dispuesto a continuar, negó. Era como si estuviera teniendo una
lucha interna entre esclarecerle todo a Charlie o no—. Cuando el paramédico que
me atendió me sacó del coche le pedí que nos hiciera pasar por muertos. De
hecho nos enterraron ayer.
—¿Muertos? —Fue lo primero que pudo
decir Charlie.
—Estábamos esperando a que
despiertes para salir del país. Tomaremos identidades falsas y viajaremos. Nos
esconderemos hasta que capturen a quien sea que nos quería matar, porque si nos
quedamos campantes, volverán a intentarlo, volverán a por nosotros y nadie
tiene la garantía de que volvamos a salvarnos.
Continuó hablando y le explicó a
Charlie que eran las diez de la noche, que alrededor de las tres de la mañana
los trasladarían en ambulancias al aeropuerto, donde estaban preparando un
avión exclusivo con todos los equipos y la atención médica necesaria para que
puedan volar seguros, ya que, ninguno se encontraba realmente en buen estado
para valerse por sí mismo.
También le comentó que estaban en trámites
las nuevas identidades, para poder esperar «en calma» en un país que él decidió
previamente pero que no lo iba a comentar aún por precaución. Le susurró por lo
bajo que solo el piloto sabe el destino, el cual ellos lo descubrirían ya luego
de haber aterrizado. Debían tomar todas esas medidas hasta que descubrieran
quién y por qué quería verlos muertos. Aunque en realidad el objetivo
contundente era el Dr. Maxwell, Charlie y Matt pasaban a ser otros objetivos,
considerados simplemente daños colaterales.
A todo eso debían agregar el hecho
de que no se podían dar el lujo de hablar con su familia, explicarles la
situación… porque ellos ya estaban muertos, el funeral estaba hecho, sin
cuerpos.
Charlie se imaginó a James y a
Gabrielle llorando ante tumbas vacías. Seguía sin asimilar por completo lo que
estaba ocurriendo en ese momento, pero trataba de procesarlo con la cabeza
fría, aunque fuera prácticamente imposible.
—Nadie puede saber que estamos vivos —concluyó el Dr.
Maxwell.
•••
Luego de largas horas de vuelo,
aterrizaron en un país del cual Charlie no pidió detalles, no preguntó dónde
estaban en ese momento, ni siquiera se interesó por ello. Era de madrugada
cuando habían abordado el avión pero en ese lugar era ya de noche. Otro equipo
médico los recibió en el aeropuerto para darles atención especializada, los
dirigieron a una ambulancia y los trasladaron a un hospital privado, en el que
les dijeron que pasarían al menos cuatro o cinco días para tenerlos bajo
observación. Charlie no estaba de ánimos para nada. Sabía que todo eso era más
por ella que por los demás, pero ni se inmutó. Podía gritar y patalear cuando
quisiera, pero no serviría de nada, no podía volver a casa.
Después del viajecito, al llegar al
hospital la llevaron a la quinta planta del edificio, donde estaban reservadas
tres habitaciones para cada uno, cuando hubieron acabado de acomodar a Charlie
en la cama de su nueva habitación, le trajeron algunos analgésicos para los
dolores que empezaba a sentir de nuevo. Se los tragó y de paso le pidió a la
enfermera que se estaba encargando de ella, algo que la haga dormir. Charlie
solo podía distinguir oscuridad desde su cama, al mirar a la ventana que tenía
a un costado, no podía calcular la diferencia horaria porque no sabía en donde
se encontraba, pero estaba segura de que no podría dormir a plenitud por su
propia cuenta, necesitaba algún fármaco que estimule el sueño y la haga
olvidarse de todo, inclusive de sus extremidades, hasta el día siguiente. A los
pocos minutos de haber desaparecido, reapareció por la puerta la mujer vestida
de blanco, con una bandeja de acero inoxidable, en ella había una pastilla
rosa, dentro de un mini contenedor, y un vaso de agua con una servilleta,
Charlie levantó la cabeza y se recargó
sobre su brazo bueno para que con ayuda de la enfermera se tragara el sedante;
acomodó su cabeza de nuevo, sobre la almohada y sintió cómo lentamente iba
perdiendo la conciencia, al igual que en el coche, cuando los habían atacado.
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Edición final.
Fecha: 24/06/16.