Colateral. — Capítulo 3.

          El verano llegó a su fin en setiembre y cedió ante el tan aclamado otoño. Los días frescos se acentuaban a medida que terminaba el mes, cosa que Charlie amaba. Penélope hablaba maravillas sobre el devenir de aquella temporada; describía recuerdos de todos los aspectos, mientras que Charlie recordaba también historias pasadas. Cumpleaños, fiestas… todas acompañadas por James, en quien no dejó de pensar nunca en todo ese tiempo.
            Los parques, teñidos de rojo y ocre, fueron escenarios perfectos para los trabajos de campo que realizaban muy a menudo. Penélope y Luc adoraban fotografiar a personas en sus momentos diarios, sin llamar la atención de estos, mientras que Charlie prefería los paisajes naturales. En ese momento estaba enfocando a un gran roble el cual robó su atención desde que habían llegado, cuando sintió un leve empujón por detrás. Al darse vuelta para reñir a la persona que la molestó se encontró con un niño de no más de siete años, quien estaba estirando un camión de juguete con una cuerda.
       —Perdón, señora —había dicho el niño antes de hacerse a un lado para seguir correteando.
              Charlie le sonrió sin decir nada, pero poco a poco su semblante había ido cambiando. Le aquejaba el constante recuerdo de David, quien era muy apegado a ella y a James.
              —¿Estás bien? —Le preguntó Luc, quien se acercó sin que Charlie se percatara.
            Ella parpadeó, volviendo a la realidad.
              —Sí —respondió, asintiendo.
              —¿Quieres volver a casa?
              —No, estoy bien —sonrió—. Solo me perdí entre pensamientos.
            Charlie tenía la leve impresión de que Luc era un detector de mentiras. Cada vez que ella contaba una historia nueva él la miraba con desaprobación, como en ese momento.
          Caminó hasta Penélope, quien estaba fotografiando a una niña que jugaba con las hojas caídas, lanzándolas al aire y disfrutando al verlas caer de nuevo. Lo repetía una y otra vez.
              —¿Divirtiéndote con la niña? —Preguntó Charlie.
              —¡Pero si es hermosa! —Se defendió Penélope sin despejar el ojo del mirador.
            Recorrieron por algo más de una hora hasta que terminaron cansados en la casa de Charlie, quien los había invitado a tomar un café. Entre risas y pasteles bebieron para recargar energías, luego sugirieron ver las fotos tomadas y acompañaron a Charlie a su habitación.
            La temperatura iba bajando a medida que avanzaba la hora, eran alrededor de las seis y treinta de la tarde por lo que Charlie encendió la calefacción y se tiró a su cama.
            —Siéntanse como en su casa —fue todo lo que dijo.
            Penélope se abalanzó también sobre la cama, al lado de su amiga, mientras que Luc, luego de analizar detalle por detalle la habitación, se acercó al escritorio en el que se encontraba la Notebook y la encendió. Del cajón que tenía al lado derecho de la cama Charlie tomó un cable y se lo tiró a Luc, quien lo capturó en el aire, antes de que llegara a su rostro.
            —¿Duermes aquí, Sarah? —Preguntó Penélope estirándose—. Esto es demasiado cómodo —se acurrucó entre las almohadas y cerró los ojos. Luc reía por lo bajo mientras que Charlie negaba con la cabeza, sonriendo también.
            A pesar de todos los pensamientos y recuerdos que la aquejaban sobre Chicago, Charlie trataba de mantener, al menos, el cincuenta por ciento de su mente en Madrid y solo con la ayuda de aquellas dos personas (llamándola por su nombre falso) lo lograba, porque no era tarea fácil.
                Penélope y Luc habían sido los únicos que le habían dirigido la palabra en las clases, el resto no se le acercó por ser extranjera y Charlie lo prefirió de esa manera ya que en su mente no tenía la idea de hacer amigos. Todos fueron bastante cerrados (algunos más que otros), pero la finalidad de aquella clase era la distracción mental, por lo que mucho no le interesaba. Aquellos primos irrumpieron en su vida iluminando lugares dentro de ella que había olvidado por completo que existían.
                Emma, la mejor amiga de Charlie había viajado a Corea del Sur tras recibir una beca para un posgrado universitario de tres años. Según planes su regreso era en febrero, pero si la misma Charlie no volvía a casa para esa fecha, también cargaría sobre ella el peso de la tristeza de su mejor amiga.
                Durante el primer año de Emma en Corea, intercambiaban e-mails bastante largos, muy seguido. Si querían hablar en directo para saludarse lo hacían mediante skype; pero una vez iniciadas de verdad las clases de posgrado en el segundo año (el primer año era exclusivo de adaptación con respecto al idioma) los e-mails fueron menguando y las llamadas se habían suspendido por completo. Emma debía enfocarse al cien por ciento en sus lecciones y con la diferencia horaria mucho no podían hacer. El último correo que había recibido Charlie databa de enero, un mes antes del accidente. No sabía si llegaron más con el correr del tiempo, pero lo averiguaría en algún momento, aunque no estaba segura de cuándo.
                —¡Charlie!
                Olvidando por completo de que sus amigos estaban allí ella respondió al llamado, que provenía desde fuera de su habitación. Por inercia se levantó de la cama y caminó hasta la puerta para dejar entrever a Matt.
                —¿Qué sucede? —Preguntó ella como si nada.
                Al verlo parado en el pasillo su mente volvió a conectarla a la realidad. La expresión de Matt denotaba susto. Charlie había hecho mal al no tomar las precauciones debidas antes de llevarlos a su casa, mientras que Matt ni siquiera imaginó que pudiera encontrarse en esa situación.
                —¿Quiénes son ellos? —Susurró este último entre dientes.
                Charlie abrió más la puerta y presentó a sus amistades como si nada.
                —Luc y Penélope —señaló a cada uno respectivamente—, son compañeros de clases. Este —miró a Matt— es mi hermano Oliver, al que le encanta llamarme Cabeza de Chorlito, pero como «Charlie» es más corto… —se encogió de hombros soltando una risa.
                Matt ingresó a la habitación con largos pasos y saludó a cada uno pasándoles la mano. Traía el bolso de entrenamiento al hombro y aún no se había duchado. Charlie salió al pasillo con él y cerró la puerta tras ella.
                —Perdón, de verdad. Perdón —habló rápido y bajo—. No esperaba que llegaras temprano y Luke volvió a salir y…
                —Shh…, tranquila —Matt puso su mano derecha sobre el hombro de Charlie—. No importa. Solo quería saber si estabas en casa y ya lo comprobé. —La tomó por los hombros antes de hacerla girar sobre sus pies y empujarla—. Ve de nuevo con tus amistades.
                Cuando ella sostuvo el picaporte de la puerta en su mano, antes de hacerlo girar, Matt volvió a llamar su atención.
                —Y, oye… es bueno verte relacionándote con gente nueva —sonrió.
                Charlie asintió con la cabeza y mientras Matt se alejaba rumbo a su habitación, ella entró a la suya, donde se encontró con Luc revisando en el ordenador portátil las fotos que habían tomado en el parque con anterioridad. Penélope, por su parte, simplemente leía una revista sentada en la cama.
                —Por lo general al volver de su entrenamiento pasa a comprobar si sigo viva o no —comentó Charlie en tono burlón al tirarse a su cama de nuevo—, es muy sobreprotector.
                —Y atractivo —acotó Penélope con picardía.
                —Tiene pareja, lo siento —respondió Charlie encogiéndose de hombros.
                —Suficiente, Penny —sonrió Luc.
                —¡No me digas que no es cierto! Tú también le echaste el ojo y no te dijiste «suficiente» a ti mismo cuando se te caía la baba mientras él nos saludaba—dijo Penélope.
                —¡Oye! —Charlie tomó una almohada y la golpeó en broma. Todos explotaron en carcajadas tanto que Luc se puso colorado.
                No era de público dominio el hecho de que aquel chico fuera gay, pero Charlie tampoco quería que Matt escuchara a sus amigos cuchichear sobre él, por lo que pronto cambió de tema y pasaron a hablar sobre qué harían durante las siguientes semanas que tendrían libre antes de comenzar otro módulo del curso.

•••

La primera noche que Luke pasaba en casa, luego de días de haber desaparecido, siempre recibía una llamada telefónica que duraba horas. Era una rutina ajena que Charlie tenía en cuenta en todo momento. Por alguna razón esperaba que una de esas llamadas fuera la luz verde que necesitaba para volver a casa. Tenía tantas esperanzas de ver de nuevo a su familia que soñaba con el momento preciso.
Aquella noche del primero de octubre, alrededor de las ocho el teléfono comentó a sonar con insistencia. Matt aún no había llegado y Luke llevaba su tercer día de desaparecido, una vez más. Charlie no supo qué hacer, se debatió entre responder a la llamada o ignorarla.
Afuera caía una tormenta increíble, los relámpagos se acentuaban cada vez más y servían solo para poner nerviosa a Charlie. Supuso que el clima era la razón del porqué Matt no se materializaba aún en la casa.
Entre sus dudas el teléfono había dejado de timbrar. Se encaminó hacia su cuarto con planes de dormir hasta el día siguiente cuando comenzó a sonar una vez más. Dio un respingo al escucharlo y volvió sobre sus pasos, decidida.
—¿Hola?
Por unos segundos no le respondió nadie, hasta que alguien habló:
—¿Charlotte?
Quedó helada ante el aparato, en pánico.
Lo normal hubiera sido que la llamaran Sarah, pero ni siquiera a Penélope o Luc le había dado el número de la casa. Ocho fueron los meses que transcurrieron desde la última vez que escuchó a alguien llamarla por su nombre real. A excepción de Luke o Matt, nadie había pronunciado esas nueve letras que conformaban su simple y verdadera identidad.
Petrificada ante el teléfono, solo mantuvo su postura rígida, como si alguien la hubiera encontrado in fraganti. Respiraba aceleradamente, no podía improvisar una respuesta negativa a esa pregunta porque la había tomado por sorpresa.
                No se despegó del teléfono ni lo colgó, lo mantuvo pegado a la oreja, sin saber qué decir exactamente.
                —Charlie —repitió el interlocutor—, soy Ralph. No cuelgues.
                Ralph Collins era el abogado asesor de Luke, y su mejor amigo. En algún momento del viaje el Dr. Maxwell le había mencionado a Charlie y a Matt que era él quien los estaba patrocinando, por llamarlo de alguna forma. Desde el inicio había sido él quien organizó los funerales, el viaje, las falsas identidades, la vivienda… se estaba encargando de todo mediante unos fondos que se encontraban a su nombre pero eran propiedad de Luke. No importaba cuánto se gastase, esa cuenta nunca quedaría vacía.
                Ambos doctores estaban al corriente de que tanto Matt como Charlie contaban con ahorros propios y se podían financiar sus gastos personales, pero sería raro para los bancos que alguien extraiga dinero a nombre de Charlie cuando ella fue declarada muerta ante el registro civil.
                —Dr. Collins —respondió Charlie, soltando un suspiro.
                —Necesito hablar con Luke, pero supongo que si tú atendiste quiere decir que él no se encuentra —comentó.
                —Sí. Digo… no, no se encuentra —replicó ella, algo confundida ante todo lo que ocurría.
                —Bueno, pues no importa —exhaló, como si hubiera contenido el aliento por mucho tiempo—. ¿Cómo estás tú? —Inquirió con algo de preocupación en la voz.
                La pregunta tomó por sorpresa a Charlie ya que mucho no conocía al Dr. Collins, lo vio solo en encuentros casuales, reuniones, cenas sociales y ese tipo de eventos a los que debía asistir con el Dr. Maxwell por obligación. Nunca se tomó el atrevimiento de charlar apropiadamente con él en todos los años que llevaba trabando para Luke.
                —Bien, o eso creo. Trato de no pensar demasiado en el ataque y Chicago y todo lo demás —confesó sin ánimos.
                —¿Quieres saber sobre tu familia? —Soltó de pronto.
                —¿Qué?
                —Tengo vigilados a todos por órdenes de Luke, me pidió echarles un ojo por cualquier cosa. —Guardó silencio por un momento—. Entenderé si no quieres escuchar nada para no…
                —¿Cómo están? —Interrumpió Charlie.
                La verdad era que se encontraba impaciente por noticias. Los meses que habían pasado fueron muy duros de afrontar sola; aunque estuviera con Matt y Luke, mucho no contaban ya que ella buscaba a Gabe, James y David.
                —Tu hermana y tu sobrino están bien, los tengo en la mira a ellos más que a tu novio, por Matthew; son una familia mejor conformada —se justificó. Charlie lo tomó a mal pero no emitió comentario alguno, solo esperó a que continuara hablando—. Charlie… en cuanto a James… —su voz iba apagándose—. No creo que quieras  escuchar sobre él ahora mismo ya que…
                —Dr. Collins, le exijo que me cuente lo que sepa —lo volvió a cortar Charlie, con un deje de enojo en la voz.
                —Charlie… —soltó un suspiro—. Está bien. James intentó suicidarse hace tres semanas. Tomó algunos medicamentos que le habían recetado luego de tu supuesta muerte, pero esta vez exageró con ellos.
                —¿Qué? ¿Intentó… suicidarse? —Respondió con un hilo de voz.
                —Lo descubrieron rápido, para su suerte —Empezó a explicar—. Tu hermana Gabrielle fue a tu departamento a llevarle unos bocadillos para la cena y cuando James no respondió a los llamados ella ingresó sin más y pues… —titubeaba demasiado al hablar— lo encontró tirado en el suelo de la sala, con un frasco de pastillas a su lado. Gabe llamó a emergencias, lo trasladaron en una ambulancia, le hicieron lavado de estómago y estuvo en observación por algunos días —Ralph hablaba lo más rápido y claro que podía para que Charlie no reaccionara de manera precipitada antes de que terminara de contarle lo que sabía—. Él está bien ahora, Charlie. Ha mejorado bastante. Gabrielle fue a quedarse con él por unos días, junto con David. Por lo que sé ambos se quieren mucho —Charlie tragó saliva analizando toda la información—. No lo dejarán a la deriva.
                El Dr. Collins intentó darle tranquilidad insistiendo en que James estaba mejor gracias a que Gabe lo había encontrado a tiempo, pero no lo consiguió. Charlie no necesitaba que la consolaran; necesitaba recuperar la vida que le fue arrebatada.
                Al no saber cómo responder ante todo lo que le contó el Dr. Collins, Charlie simplemente agradeció y finalizó la llamada. Inmediatamente al colgar el teléfono se tiró al suelo hecha un mar de lágrimas y desesperación. No podía seguir así, no quería continuar así. Simplemente se quedó sollozando al pie del teléfono ubicado en el corredor de la sala, analizando palabra por palabra en su mente todo lo que había escuchado.
De un momento a otro la puerta principal se abrió y Matt, quien tenía puesto un impermeable, ingresó a la casa, mojando todo el suelo. Charlie no le prestó atención, pero una vez que Matt se percatara de que ella estaba en el suelo, llorando en posición fetal, se deshizo de todas sus cosas y, alertado, corrió hasta ella.
—Charlie —la agarró por los hombros, y le hizo girar la cabeza hacia él—. ¿Qué sucedió?
Ella alzó la vista y Matt se preocupó aún más al ver sus ojos completamente rojos. Tenía la mirada perdida, sumergida en tristeza.
                Charlie rompió a llorar de nuevo muy fuerte, por lo que Matt la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su habitación, cuando la colocó en su cama él se quedó a un lado, meditando con los ojos cerrados.
                —James intentó suicidarse —dijo Charlie, hipando.
                Matt palideció.
                —¿Cómo lo sabes? —Preguntó sorprendido. Él lo sabía.
                Ella dejó de llorar en ese momento, al comprender las palabras de Matt.
                —¿Tú lo sabías? —Le recriminó con la voz entrecortada—. ¿¡Lo supiste todo este tiempo y no me lo dijiste!? —Gritó.
                Matt no supo qué excusa dar, nada de lo que dijera la calmaría y él lo tenía bien presente.
                En vista de la no respuesta por parte de su «hermano» Charlie se levantó de la cama y lo sacó de su habitación a empujones.
                —Charlie… por favor.
                —No quiero escuchar nada más —su todo fue cortante.
Al echarlo al pasillo cerró la puerta  con llave y se tiró a su cama sin saber exactamente qué hacer.

•••

                Dos días después Luke había vuelto a la casa a la hora del almuerzo. Al recibirlo Matt le puso al corriente de todo lo sucedido con respecto a Charlie y le comentó que esta última no había abandonado su habitación desde que lo echó a él de allí, o eso era lo que él creía.
                El intento de suicidio de James cayó como un balde de agua helada a Charlie. Había pasado durmiendo la mayor parte del día y llorando durante la noche y madrugada. El simple hecho de extrañar a James era de por sí un agujero que no podía llenar por su cuenta y la información recibida solo agrandó ese agujero. Se sentía a la deriva, no sabía cuándo terminaría ese calvario. Se auto flagelaba con recuerdos por haber creído que todo estaba bien mientras ella se encontraba allí.
                —¿Planeas matarte también, Charlie? —Preguntó de pronto Luke, tras la puerta de la chica.
                No iba a abrirle.
                Se encontraba tumbada en su cama, con la mirada perdida en el techo. Sus ojos hinchados hablaban por ella, pero no le importaba. Solo quería regresar a su casa, quería abrazar a James y sentir su calor, quería ver a David y a Gabe y decirles que nada había sido real. Lo único que de verdad necesitaba era tener de vuelta la vida mundana que llevaba.
                —Tengo cincuenta y ocho años, Charlie —comentó Luke—. En mi vida he pasado por millones de cosas, pero de hambre no morí. No tuve fuerza de voluntad —soltó una carcajada seca—. Si tú la tienes, bien. De igual manera la nevera está repleta, si tienes hambre ve a alimentarte.
                El Dr. Maxwell era un hombre alto y robusto, su cabello estaba finamente salpicado por una capa de canas que en realidad no lo dejaba viejo, pero algo que había ganado con la edad era experiencia, pensó Charlie. Sin importar la situación en la que se encontraba, siempre lo analizaba todo fríamente antes de calcular la mejor estrategia y actuar.
                Otros pasos se acercaron a la puerta.
                —¿Nada?
                —Nada.
                Desde que Charlie se había encerrado en su habitación Matthew dejó todas sus actividades diarias de lado y permaneció en la casa, preocupado por ella. Charlie era todo en una sola persona para Matt: compañera de trabajo, amiga, confidente, cuñada… era prácticamente una hermana. Si ella sufría él se sentía culpable y la entendía por completo. Si Gabrielle hubiera intentado suicidarse él se sentiría responsable por no haber dado señales de vida, aunque sea mediante códigos, solo para transmitir el mensaje. Si Gabe hubiera hecho eso tomaría el primer vuelo que pudiera comprar y volvería a casa sin importarle las consecuencias.
                —Sabes que no se lo dije porque me preocupaba cómo lo tomaría —suspiró Matt.
                Se hizo el silencio por un momento, pero luego dieron tres suaves golpes a la puerta.
                —Charlie, ¿puedo pasar? —Inquirió Matt.
                No estaba segura de si era buena idea o no, pero por más enojada que estuviese, hablar con él siempre le aclaraba la mente ya que era bastante influyente en su vida, más de lo que era Gabe.
                Tras unos minutos de duda, Charlie se levantó y fue a abrirle la puerta. Luke seguí allí al lado de Matt, quien ingresó a la habitación luego de recibir el visto bueno de ella.
                El Dr. Maxwell asintió en dirección a la chica antes de que esta cerrara la puerta tras Matt. Algo que caracterizaba a Luke era la comprensión que tenía para con sus cercanos. Si sabía que alguien tenía algún problema, le daba un tiempo prudente para que esa persona, independientemente de con quién lo haga, se descargue e intente solucionar los inconvenientes ya que la presión de los problemas era un impedimento que afectaba directamente al buen desarrollo en el trabajo.
                —Sabes que nada de lo que digas hará que me sienta mejor —comentó cortantemente Charlie, recostándose por la puerta, de espaldas a ella.
                Matt se sentó en una esquina de la cama.
                —Estoy realmente cansado de estar en este lugar ajeno a mí, estoy tomando esto con unas vacaciones, ¿sabes? Porque tendremos que volver en algún punto —aseguró, mirando fijamente a Charlie—. Extraño demasiado a Gabrielle y a David. Muero de ganas por tener a ambos entre mis brazos —hizo una pausa—. Me siento demasiado culpable por no haberte contado lo de James. Intenté imaginarme lo que sería encontrar a Gabrielle tirada en el suelo de nuestra casa con pastillas en mano y David viéndola sin entender lo sucedido con su madre. No soporté la escena —agachó la cabeza y se cubrió el rostro con las manos en un acto de desesperación—. Perdóname.
                Charlie ni siquiera intentó acoplarse a la imaginación de Matt; entender lo que había hecho James era suficiente, no quería imaginarse también a su hermana muerta.
Estaban atrapados por tiempo indefinido, pero más que nada, estaban hartos de toda aquella red de mentiras.

•••

                A partir de aquella llamada, cada vez que sonaba el teléfono Charlie pedía por noticias; presenciar las conversaciones de Luke y Ralph no era posible porque Luke le había dicho que ciertas cosas de las que hablaban no era de su incumbencia; por lo que simplemente una vez finalizada la charla esperaba informes. Matt por otro lado seguía viviendo la falsa vida que se había creado como Oliver Smith, no quería escuchar nada o lo pondría de malas.
                Unos días después, Charlie por fin escucho lo que todo el mundo se negó a contarle en su debido momento: James tuvo depresión antes de intentar suicidarse. Las piezas del rompecabezas encajaron para ella en ese entonces. Eso explicaba el porqué de su arrebato. Pero según informes que remitieron a Luke para Charlie, James estaba con notables mejoras, tal y como le había asegurado Ralph a Charlie con anterioridad. Hacía unos meses, cuando más fuerte le había tomado la depresión apenas comía, casi no hablaba con nadie, no iba a trabajar, se quedaba todo el día tirado en la cama con la mirada perdida en el televisor, o durmiendo las pocas veces en las que lograba conciliar el sueño. Se culpaba a sí mismo por la supuesta muerte de su prometida, aunque nadie tuviera en realidad la culpa.
                Según Ralph, el milagro se produjo tras su salida del hospital, luego de su intento de suicidio. Salía a entretenerse con amigos, había vuelvo al trabajo, realizaba actividades físicas… La lucha de James para superarse fue motivo suficiente para Charlie, le dio las fuerzas que necesitaba para afrontar a todos porque había llegado a su punto de quiebre.
                El catorce de octubre Charlie cumplía veintinueve años, pero no había nada que festejar. Su único plan para ese día era ir a hablar con Penélope y Luc y confesarles la verdad, antes de volver a casa.
                Cuando se había despertado eran alrededor de las nueve y media, al ver la fecha en ese momento se dijo para sí misma «Feliz Cumpleaños» antes de entrar a la ducha. En ese instante simplemente esperaba la aceptación por parte de aquellos quienes en el momento que más necesitaba estuvieron con ella, aún si saber nada. Fue muy valiosa la amistad de Penélope y Luc para Charlie.
                Ya preparada para salir se dirigió a la cocina a desayunar, para luego buscar señales de vida por la casa, sin éxito.
                Habían quedado con Penélope en encontrarse en La Gavia, uno de los mejores centros comerciales de Madrid, el cual estaba ubicado cerca de la casa de Luc, por lo que los primos habían llegado primero, mientras que Charlie tardó alrededor de veinte minutos en alcanzarlos en metro.
                —¡Por fin das señales de vida! —Exclamó Penélope al verla llegar.
                Charlie había cortado todo tipo de contacto con el mundo exterior desde la llamada de Ralph, se culpaba por haberlo hecho, pero en realidad no se arrepentía. De haber dado la cara en ese momento, con los sentimientos a flor de piel hubiera explotado de la manera más dramática posible y las consecuencias hubieran sido desastrosas.
                Luc la miraba entre preocupado y dubitativo.
                —Estás bastante pálida, Sarah. ¿Te encuentras bien?
                —La verdad es que te ves bastante demacrada, tía —corroboró Penélope.
                —Hagamos algunas compras —sugirió Charlie—. Luego necesito que vayamos a algún lugar tranquilo para hablar con ustedes.
                Sus amigos la miraron algo inquietos pero caminaron sin objetar por los alrededores del centro comercial. Con la tarjeta de crédito que le había entregado Luke hacía ya un buen tiempo realizó algunas compras extrañas para Penélope y Luc. Charlie planeaba volver a Chicago y quería llevar algunos presentes para sus familiares. De la sección de juguetería había comprado un enorme oso de peluche y una pista de carreras armable para David, de una tienda de ropa para hombres compró varios conjuntos bastante elegantes y zapatos para James, mientras que para Gabe se tomó el tiempo que quiso eligiendo varios vestidos y prendas de la temporada anterior que estaban en liquidación.
                Penélope miraba las compras confundida y luego miraba a Charlie, pero mucho no le prestaba atención ya que también se estaba divirtiendo comprándose ropa. Luc por primera vez se veía realmente contento con lo que Charlie estaba haciendo. No tenía el ceño fruncido como de costumbre cada vez que Charlie inventaba cosas.
                Por un leve instante, mientras empacaba los regalos para Gabe, el vago recuerdo de Emma cruzó por la mente de Charlie, pero no sabía en quién se había convertido su mejor  amiga luego de tres años en Corea del Sur, y no tenía idea de si llegaría o no con algún que otro gusto extravagante.
                Luego de caminar por al menos una hora y media en el centro comercial, decidieron ir a la casa de Penélope, no sin antes hacer compras también para la comida. Luc se encontraba de muy buen humor, por lo que se presentó voluntario para preparar el almuerzo. Se le daba bastante bien la cocina a Luc y cada vez que podía, se regodeaba de ello ya que su prima era bastante mala, al igual que Charlie.
                Pastas con salsa boloñesa fue la maravilla que cocinó Luc; las chicas se habían chupado hasta los dedos luego de aquel plato exquisito que acompañaron con una jarra de zumo de naranjas natural.
                Por un momento Charlie pensó que ellos habían olvidado la charla que les prometió antes hacer el recorrido, hasta que luego de limpiar la cocina y lavar las vajillas  Luc dio pie a la conversación.
                —Pues bien… —sugirió este último, tirándose al sofá más grande de la sala.
                Penélope, con un vaso de zumo en la mano tomó asiento al lado de su primo, expectante. Charlie fue a sentarse en uno de los sofás simples que se encontraba al lado derecho de sus amigos. Había una mesita de vidrio frente a ellos, en la que Penélope depositó su vaso luego de darle un largo trago.
                Charlie no pudo imaginar situación más incómoda.
                —Somos todo oídos —dijo su amiga, intentando ayudarla.
                Pero ella no supo por dónde empezar.
                —Primero que nada quiero pedirles perdón por haberles mentido todo este tiempo —bajó la cabeza con los ojos cerrados—. Mi nombre es Charlotte DeHaan, no Sara Smith —terminó confesando. Alzó la vista y abrió un ojo esperando una reprimenda, pero Luc la miraba comprensivamente, con una sonrisa torcida, mientras que Penélope estaba con la mandíbula desencajada por la sorpresa.
                —Lo sabía —dijo Luc, encogiéndose de hombros. Charlie se irguió por completo en el asiento y lo miró extrañada—. Leí en las noticias hace unos meses que habían atacado a alguien importante en Chicago y que habían muerto… Las fotografías del portal digital eran de tu familia y te reconocí de inmediato al verte en la primera clase. Se lo mostré a Penélope, pero no creyó que fueras tú en serio.
                La sorprendida terminó siendo Charlie.
                —De hecho todo indicaba que eras tú —comentó pensativa Penélope—. La fecha en la que llegaste, los meses que tardaste en recuperarte, las heridas que tenías… no sé cómo no llegué a creerte —miró a su primo y luego volvió a depositar la mirada en Charlie mientras le sonreía.
                —¿No… no están enojados? —Tartamudeó al preguntar.
                —La verdad es que no —Luc se levantó del sofá y se acercó a ella para abrazarla—. Sabía que llegaría el momento en el que escucharíamos lo que sucedió, por eso no me precipité nunca, y todas las mentiras que contabas sonaban extrañas para mí —soltó una risita—. Queremos escucharte.
                Charlie quedó bastante impactada.
                —Claro, es justamente para ello que les pedí que nos reuniéramos en un lugar tranquilo.
                Detalladamente comenzó a narrar los sucesos de aquel día de febrero en el que fueron atropellados antes de que los dispararan desde todos los ángulos, les contó el momento en el que había despertado en el hospital, el momento en el  le confesaron que Charlotte DeHaan estaba muerta, que ella estaba muerta. Les relató lo agotador que había sido el viaje en avión y citó los días de tortura en el hospital por el cambio de horario; las noches en las que despertaba gritando por las pesadillas, los días interminables de recuperación con Valentina… hasta que tomó la decisión de asistir a las clases y los conoció. Detalló su vida anterior con James, Gabe, David y Matt… inclusive confesó que estaba cansada y que planeaba volver porque la última noticia sobre James la había dejado knock-out.
                —Quise reunirme apropiadamente con ustedes para confesarles todo y despedirme —dijo Charlie.
                Penélope había lagrimeado sin darse cuenta por lo que se secó la cara para no parecer tan triste. Luc estaba atónito.
                —Tantos recuerdos se me vienen a la cabeza con James —soltó un suspiro—. A medida que iba viviendo más cómo Sarah, más lo extrañaba, porque no podía ser esa Sarah que todo el mundo creía que era. No sé cómo Matt lleva su vida como Oliver, pero si él no estuviera aquí conmigo yo… —se le quebró la voz— no sé qué sería de mí.
                Penélope y Luc salieron de su estupor y la abrazaron, ellos fueron conscientes, en ese momento, de que más que simples amigos fueron las personas que la ayudaron a salir adelante, a sobrellevar la vida nueva que tenía que pretender.
                —Tampoco sé qué hubiera sido de mí sin ustedes. Al principio las clases fueron algo para distraerme y no pensar demasiado en casa, pero gracias a que los conocí el tiempo pasó más rápido.
                —Ya basta, me harás llorar de verdad —dijo Penélope.
A pesar de la sorpresa, Penny se lo tomó bastante bien, pensó Charlie y comprendió por qué cada vez que inventaba algo, Luc siempre tenía esa expresión de desaprobación en el rostro.
Luego de responder todas las preguntas de sus amigos y seguir dando explicaciones sobre su anterior vida y la de ahora, llegó el momento de despedirse de ellos. No sabía cuándo volvería a tener el placer de verlos de nuevo. Pero algo de lo que estaba segura era de que nunca los olvidaría.
—Planeo regresar mañana en el primer vuelo que salga a Estados Unidos —comentó—. Por lo que es la última vez que nos vemos.
—Solo espero que puedas recuperar tu antigua vida y la vivas de la manera más feliz que encuentres, junto con tus seres queridos —deseó Luc. Todos estaban emotivos.
—Sabes que si te casas debes enviarnos la invitación, ¿verdad? —Soltó de pronto Penélope.
Explotaron en carcajadas y luego de abrazos, besos, anotaciones de números y correos… Charlie salió con destino a la Villa en la que se encontraba su casa.

•••

Al llegar no encontró a nadie así que fue a su habitación y comenzó con las preparaciones de sus maletas. Tenía que meter ocho meses en dos maletas grandes y un bolso de mano, no tuvo idea de cómo hacerlo por lo que tiró todas sus cosas a la cama y comenzó a discriminarlas por relevancia. De pronto escuchó voces provenientes de la sala y pasos rápidos que corrían por el pasillo.
Planeaba hablar con Luke y luego utilizar su propia cuenta bancaria para comprarse el boleto de avión que la llevaría de vuelta a su casa, a su antigua vida, por lo que salió al pasillo y caminó a la sala, donde Matt se encontraba tomando cosas violentamente.
—Nos vamos —sentenció con desesperación antes de desaparecer rumbo a su habitación.
Charlie lo vio irse sin entender lo que sucedía, hasta que entró el Dr. Maxwell con algo de prisa y le puso una mano en el hombro.
—Este es tu regalo de cumpleaños —le dijo, tendiéndole un pasaje con destino a Chicago. Se tomó un breve momento para fijarse en que era su nombre real el que estaba impreso en el papel.
Charlie miró al boleto y luego a Luke.
—Pero…
—Partimos a media noche, ve a hacer tu maleta, no hay tiempo de explicaciones —le dio un apretón en el hombro donde había posado su mano y luego se alejó también por el pasillo.
Charlie quedó petrificada en medio de la sala, con el boleto en su mano.

Colateral. — Capítulo 2.

      Cuando por fin abandonaron el hospital, cinco días después de haber llegado, Charlie se sintió bendecida por primera vez. La sensación del sol en su rostro fue algo que satisfizo sus pocas exigencias.
   Al día siguiente de haber llegado le comentaron que estaba en Madrid, España. Sorprendida de tener que vivir en el viejo continente por un tiempo sólo agradeció la información porque no sabía qué sería de ella a partir de allí. Los cinco días que pasó en el hospital fueron estresantes ya que dependía exclusivamente de Raquel, la enfermera que se hizo cargo de ella desde su llegada. Era estricta y el cambio de horario le había afectado a Charlie. Cuando quería echar una siesta llegaba Raquel y le decía que no era hora de dormir, o cuando Charlie moría de hambre, le decía que simplemente no era hora de comer y la dejaba sola por largos ratos. Había solicitado un cambio de enfermera por una más comprensiva, pero el Dr. Maxwell le había dicho que no era de público conocimiento quiénes eran y de dónde venían, por lo que no podía haber cambio.
      La mañana antes de salir del hospital el Dr. Maxwell había llegado a la habitación de Charlie vestido formalmente, como era de costumbre. Llevaba en su mano izquierda un sobre marrón, rectangular de tamaño medio.
      Al entrar había sonreído a Charlie satisfecho, la saludó y fue a sentarse en la silla que estaba al costado derecho de la cama. Sin decir nada más abrió el sobre y sacó una pequeña libreta de color verde oscuro de su interior, lo pasó a Charlie, quien lo tomó sin curiosidad. Al abrirlo todo encajó; la forma de la libreta, el color, la sonrisa de satisfacción del Dr. Maxwell…
     —Bienvenida a España, Sarah Smith —dijo él, aún con la sonrisa impregnada en su rostro.
         Uno de sus primeros objetivos, logrado.
        Según el pasaporte que Charlie tenía en su mano era de Londres y había nacido en una fecha que nada tenía que ver con su cumpleaños. Tendría que recordar la serie de números que la identificaban como ciudadana de Inglaterra y pretender que vivió los últimos años recorriendo varios países, según le había explicado el Dr. Maxwell.
       —Ah, Charlie, querida… ya no me llames «Doctor» —comentó antes de irse, como algo natural—. De ahora en más soy tu tío y Matt es tu hermano, llámame sólo Luke, por favor. Luke Smith —y dicho eso abandonó la habitación al tiempo que entraba Raquel con la media mañana.

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      Una van los había trasladado del hospital a la casa en la que vivirían por un buen periodo. Charlie se tomó su tiempo durante el viaje, hablaba con Matt, a quien a partir de allí debería llamar Oliver frente a otras personas. La falta de costumbre hizo que Luke los reprendiera en varios momentos de su conversación, porque si alguien los escuchaba sabría que algo estaba pasando entre ellos.
          La residencia a la que habían llegado quedaba en la Villa de Madrid, una de las zonas más antiguas de la capital. Matt se tomó la molestia de empujar la silla de ruedas de Charlie hacia adentro y hacerla recorrer la casa, la cual era de una sola planta pero bastante amplia. Contaba con cinco habitaciones –tres principales con baño propio y dos para invitados–, sala, baño común, una cocina separada por una barra del comedor, biblioteca, sala de lavado y jardín. Estaba completamente amoblada y equipada con todas las necesidades, era realmente hermosa.
Examinaron parte por parte la casa entera, para luego terminar en la cocina, donde comprobaron la nevera, la cual estaba completamente cargada. Charlie agarró una manzana y le pidió a Matt que la llevara hasta la tercera habitación principal (que se encontraba separada de las primeras dos por una de las habitaciones para invitados), en la que decidió quedarse. Luego de que la dejaran sola se tomó el tiempo de examinar aquel extraño habitáculo en el que pasaría la mayor parte de su tiempo, a partir de ese momento.
Aún olía a pintura, lo que delataba que no hacía mucho tiempo desde la remodelación. Paralela a la puerta por la que había ingresado Charlie, había una gran ventana de dos hojas, de un metro y medio de alto por un metro de ancho. Afuera podía ver el jardín, en el que habían plantado jazmines y margaritas, las cuales resaltaban bastante en medio de las verdes hojas.
La habitación en sí era bastante atractiva. Los muebles eran todos en juego, combinaban negro con ciertas partes en marrón oscuro, bastante elegante; un placar de al menos dos metros, un amplio escritorio con una silla giratoria ejecutiva, una cama tipo somier de cabecera negra y sábanas grises, un zapatero con cajón al lado derecho y una mesita de luz con velador al lado izquierdo, una cómoda de cinco cajones y dos puertas… todo eso conformaba el mobiliario de aquel lugar, además de los aparatos electrónicos, todo estaba en el lugar que le correspondía.
El fuerte viento que entraba por la ventana agitaba el cortinado gris, que combinaba a la perfección con las blancas pareces y el mobiliario mayormente oscuro. Charlie cerró las ventabas antes de volver a salir de la habitación.
Su bolso con la poca ropa que había conseguido para ella, lo había dejado en la sala y fue allí adónde iba, ya que quería cambiar la ropa con olor a hospital, por ropa limpia en ese momento.

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Adaptarse a una vida sin rutina le resultaba estresantemente aburrido a Charlie, quien salía de la casa exclusivamente para sus controles semanales.
En las dos semanas que habían transcurrido, Luke la llevó tres veces al hospital. Tenía citas marcadas una o dos veces por semana y eran los únicos momentos en los que ella disfrutaba de la vista exterior.
Llamar por su nombre de pila al Dr. Maxwell había resultado más cómodo para Charlie, planeaba seguir haciéndolo una vez terminara la odisea por la que estaban atravesando. Luke se había tomado la molestia de conseguir un auto para movilizarse por su propia cuenta y también llevar a Charlie a sus consultas, lo cual lo hacía sin objeciones porque se sentía responsable de todo el alboroto que se había armado a causa suya. Debía hacerse cargo de ello.
Al finalizar el primer mes, Charlie llegó a la conclusión de que se sentía mejor. El aire del lugar era increíble, a medida que se recuperaba de sus heridas también iba llenándose de energía, porque la carga positiva que recibía la ayudaba a pensar en que todo estaría bien, solo debía aguantar un poco más y todo recibiría su recompensa.
Luke había contratado a una fisioterapeuta llamada Valentina para que ayudara a Charlie en su recuperación. Era una chica de 26 años, bajita, de cabello castaño claro y ojos color miel; recién recibida pero muy buena en su trabajo. Desde un inicio ambas se habían llevado bien y lo mejor de todo era que gracias a ello, Charlie se iba recuperando más rápido.
A medida que iba progresando, Charlie tomó la decisión de que no podía seguir encerrada sin hacer nada, vivía simplemente estresada por tener que esperar, esperaba los días de consulta, esperaba a Valentina, esperaba solamente recuperarse… Por lo que tomó la iniciativa de buscar alguna que otra clase particular por los alrededores y analizar cuál sería la más conveniente, para poder inscribirse una vez esté más recuperada.
Iniciado el tercer mes había recuperado casi por completo el movimiento normal del brazo y podía caminar por su cuenta pero con muletas para evitar hacer mucho esfuerzo y terminar con alguna lesión, por lo que luego de hablar respecto a las clases con Luke, este dio su consentimiento para que las tome. Le proveyó de una cámara semi profesional a Charlie, ya que ésta última se había decidido por las clases de fotografía, a las cuales debería asistir tres veces por semana, más tareas de campo.
Dos semanas después de haber iniciado las clases Charlie se encontraba con sentimientos encontrados, se dedicaba tiempo completo a recorrer lugares para fotografiar. Veía cómo otras personas vivían sus vidas felices, con sus familias y parejas, mientras que ella vivía allí siendo otra persona, alguien que en realidad ni siquiera existía. Siempre se preguntaba cómo estarían James, Gabe y David; ansiaba tomarse el atrevimiento de enviarles un simple correo electrónico y decirles que estaba viva, pero luego se imaginaba una serie de atrocidades que podrían ocurrir y se calmaba, pensando en otra cosa.
Ciertos días le resultaban grises y horribles. Amanecía llorando y Matt le confirmaba en el desayuno que también gritaba durante las noches. Eran tres los sueños que la atormentaban cuando sucedía; en uno de ellos se encontraba en su departamento junto con James, cuando de pronto varios hombres con pasamontañas ingresaban y, pistola en mano, amenazaban a Charlie con matar a James si no confesaba el escondite del Dr. Maxwell, en ese sueño alguien siempre daba un paso en falso y terminaban disparando a James en la cabeza. En otro de sus sueños revivía el accidente, sintiendo de nuevo el dolor de las balas atravesando su cuerpo. Y el último mostraba a Gabe, David y Matt, siendo objetivos de los mismos hombres con pasamontañas. Ellos gritaban a Charlie que confiese el paradero del Dr. Maxwell, pero antes de que pudiera siquiera argumentar que no sabía nada, terminaban acribillándolos. Siempre cumplían las amenazas, porque ella nunca sabía la respuesta.

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Todo comenzaba a cambiar a mitad del cuarto mes. Charlie se había hecho amiga de una chica llamada Penélope Bravo y su primo Luc Rossi, quienes eran sus compañeros en las clases de fotografía. Penélope era una chica trigueña de cabello castaño oscuro, sus increíbles ojos verdes destacaban más que cualquier otra parte de su cuerpo. Sus padres eran ambos españoles y nunca había salido del país, siempre se maravillaba con las mentiras que le contaba Charlie sobre un Londres que ella inventaba. Luc, por otra parte, era primo de Penélope, totalmente lo opuesto a lo que era ella; él era blanco, de cabello negro, con ojos celestes, tenía una sonrisa muy tierna según Charlie. Su padre era italiano y su madre era española, había vivido hasta los veinte años en Italia, pero luego se había mudado a España ya que su madre había conseguido un mejor puesto de trabajo en el país y su padre también amaba España, por lo que no había vuelto desde ese entonces. Tenían 28 y 30 años respectivamente, ambos eran amables y se tomaron el trabajo de hacer conocer otros lugares que Charlie aún no conocía de la ciudad.
—Sarah, ¿te gustaría ir a conocer Barcelona el próximo fin de semana?
Gracias a que ellos la llamaban Sarah, Charlie terminó acostumbrándose más rápido, ya que ni siquiera Valentina –quien una vez finalizado su trabajo dejó de visitarla– la llamó así durante el tiempo en el que estuvo con ella.
—El próximo fin de semana tengo mi último control en el hospital —respondió Charlie a modo de disculpa—. ¿Tal vez el siguiente fin de semana?
Charlie había diseccionado su vida y, elegir qué partes podía contar y cómo las hilaría con otras partes falsas, no fue una tarea fácil. Equivocarse de mentira era su mayor miedo ya que le parecía imposible recordar todo lo que había dicho y lo que no.
Con respecto a sus heridas de bala simplemente les contó que fue un accidente, se inventó que manipulando el arma de defensa que tenía Luke había jalado el gatillo hacia sí misma sin saber que no tenía puesto el seguro y al caer al suelo, cuando lo soltó por el susto, había vuelto a dispararse de esa forma, pensaba, se justificarían los balazos en el hombro y en la pierna, pero Luc la había mirado con duda, sin creerla del todo cuando lo había confesado. Sus profundos ojos celestes le recordaban a James, pero allí empezaba y, a la vez, terminaba el parecido ya que eran personas totalmente diferentes.
Cada vez pasaba menos tiempo en la casa, ya sea Penélope, o Luc, siempre encontraban una excusa para sacarla de allí; más que simples compañeros de clases se habían convertido en buenos amigos. A veces Charlie se sentía mal por inventarles una vida que no era la suya, pero cada vez que ellos la veían deprimida hacían cualquier cosa para levantarle el ánimo, siempre le recordaban que estaban a su disposición para cualquier cosa que necesite, por lo que siempre se recordaba a sí misma que ni bien tuviera la oportunidad, les contaría la verdad y les pediría disculpas por la maraña de mentiras que tuvo que inventar.
Por otro lado, mientras Charlie comenzaba a aceptar su nueva vida en España, Matt por su parte, en todo ese tiempo había dedicado sus días a estudiar y entrenar. Había tomado clases de administración, para hacer trabajar a su mente y por las tardes iba a clases de taekwondo. No quería que su mente lo aquejara con recuerdos que en ese momento no sabía cómo afrontar, por lo que no le daba tiempo a la tristeza para que lo embargue, ya que cuando llegaba de sus prácticas comía algo, tomaba su proteína y luego iba a dormir hasta el día siguiente en el que su rutina era la misma.
Luke, por el contrario, intercalaba días de ocio con salidas sin anuncio. Ciertos días se pasaba viendo series, o leyendo y, otros, simplemente desaparecía de la casa sin reportarse. Matt y Charlie nunca sabían adónde iba exactamente porque nunca dejaba nada dicho ni reportaba su paradero. Sencillamente se esfumaba de la casa.
—Ojalá esté teniendo una aventura —dijo Matt un día a modo de comentario, durante el almuerzo. Charlie había soltado una carcajada.
Ese mismo día ella había estado pensando demasiado con respecto a todo, no estaba deprimida, era solo uno de esos días en los que analizaba con detenimiento lo sucedido en el tiempo ya transcurrido desde habían llegado a ese país.
—¿Extrañas a David, o a Gabe? —le preguntó a Matt, con curiosidad, sin intención de lastimarlo.
Luego de unos minutos de silencio, a la expectativa de Charlie, Matt la miró y entornó los ojos.
—Es lo mismo que te pregunte a ti si extrañas a James, una pregunta algo estúpida —respondió sin maldad, sonriendo comprensivamente.
Charlie asintió, pensando en James, pensando en cuál había sido su último tema de conversación aquella mañana del accidente, pero no lo recordaba. Jugaba con su comida a medida que meditaba sobre ese simple momento, pero lo único que lograba rememorar era el instante en el que se despedían y él le había dicho que la amaba.

—Tienes razón, lo siento —acotó absorta en sus pensamientos.


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Edición final.
Fecha: 13/07/16.

 
Plantilla de Bika Thraumer