Colateral. — Capítulo 4.

Para cuando James había llegado a la casa Charlie ya tenía la mesa lista. Cocinó pavo al horno, el plato favorito de James y una botella de vino acompañaba a las pequeñas velas que titilaban sobre el blanco y fino mantel. Se vistió con su mejor conjunto casual para que todo vaya de maravilla, como si nada hubiera pasado.
Era su mayor deseo; que todo hubiese sido un sueño.
Cuando James hubo llegado dejó su abrigo en el perchero de la sala y fue hasta el comedor, sorprendiéndose ante lo que veía.
—Gabrielle, ¿qué significa esto? —Exclamó mirando hacia la puerta del comedor, esperando una respuesta.
Charlie se mostró a sí misma, algo tímida, pero sonriendo. James quedó pasmado ante la imagen que tenía frente a él. Su expresión demostraba susto. La miró por unos segundos como si fuera un fantasma, luego, como si lo hubiera pensado mejor, cambió de expresión, estaba hecho una furia.
—¿Quién eres y qué haces en mi casa? —Inquirió enojado.
—James —musitó ella—, soy Charlie.
—¿Charlie? ¿Charlotte? ¿La hermana de Gabrielle? —Preguntó confundido—. Escuché hablar de ti, sí —comentó pensativo para sí mismo—. Pero… ¿acaso no estabas muerta?
El alma le cayó a los pies.
—James ¿no me conoces? —La vista se le nubló a causa de las lágrimas que se amontonaron en  sus ojos.
—No, no te conozco —reconoció él con desprecio.

•••

Al abrir los ojos Charlie solo podía ver un infinito cielo oscuro.
De fondo, una voz rezaba una frase aprendida de memoria de un manual de vuelo, en el que pedían calma mientras anunciaban una leve turbulencia.
Al espabilarse se percató de que seguían volando. Había sido un ridículo y estúpido sueño. En la desesperación se le llenaron los ojos de lágrimas, contenía las que podía pero alguna que otra rebelde se había escapado. Su asiento daba a la ventanilla del lado derecho del avión, Matt iba en el medio y Luke en el restante del pasillo.
Luego de varios minutos de haberse estabilizado el vuelo Charlie se levantó y se dirigió al pequeño cubículo que tenían por baño. Se lavó el rostro y se aplicó algo de color. Estaba bastante demacrada y no sabía lo que iba a pasar cuando llegara; así que por lo menos debería parecer más viva de lo que estaba antes.
Al regresar a su asiento Matt se tomó su tiempo y le comentó, a grandes rasgos, los datos que Luke le había contado a él: Harry Moore era un ex convicto liberado tres años atrás. En su momento había sido acusado por el asesinato de un joven de veinticinco años. Se probó que fue el autor directo del hecho, pero gracias a sus abogados no le dieron demasiados años y por último, para rematar, por buena conducta tras doce años de cárcel, terminó siendo liberado dos años antes de cumplir por completo su condena.
En una redada a inicios de octubre fue atrapado con un cargamento de armas, las cuales, tras varias inspecciones, se constataron que seis de las veinte que transportaba fueron utilizadas en la balacera contra ellos.
Dos días atrás Moore terminó confesando ser uno de los autores morales del hecho, pero como necesitan atrapar al co-autor y a los perpetradores, Ralph (quien estuvo al pendiente de las investigaciones todo el tiempo) confesó lo que había ocurrido en realidad con Luke, Charlie y Matt. Por ese motivo el grupo de investigadores que se encontraban al mando sugirieron que volvieran para estar al pendiente de todo lo que pase desde un lugar más cercano y, por sobre todo, para mostrar al mundo que siguen vivos. Necesitaban usarlos de señuelo para capturar a los criminales.
—Matt, ¿te das cuenta de que seguimos en peligro? —Preguntó Charlie luego de analizar con detenimiento lo que Matt le había dicho.
—Lo sé, y exponemos a la familia de igual forma, pero estaba cansado de toda esta farsa. Prefiero también saber la verdad y a qué nos enfrentamos para dar la cara, no quiero vivir escondido sin saber siquiera de quién huimos —respondió él.
Según lo notó Charlie, Matt había envejecido demasiado en esos meses, su rostro cansado demostraba que necesitaba volver a la realidad tanto como ella.

•••

Charlie nunca pensó que volver a la realidad sería tan aterrador.
Al aterrizar comenzó a sentir un inexplicable ataque de pánico. Matt la sostuvo fuerte, pero cuando descendieron del avión Charlie rompió en llanto. Luke quedó mirándola con tristeza por algún motivo –nunca la había visto tan destrozada–. Era más miedo que cualquier otra cosa; se encontraba mental y emocionalmente aterrada. Temía por todo lo que les podría suceder una vez atravesaran la puerta que separaba la vida a la que alguna vez pertenecieron, de la vida que habían vivido obligadamente los últimos meses.
Matt apremiaba a Charlie para que se tranquilizara. Estaban por pasar por migraciones. Luke, por otra parte, lucía como si simplemente hubieran sido vacaciones para él.
La primera cosa que hizo feliz a Charlie fue atravesar migraciones con su propia identificación. Con su nombre, siendo ella. Matt sonrió un poco y murmuró algo para sí mismo, pero no lo compartió con nadie. Las puertas de blindex se abrieron automáticamente y los ojos de la chica brillaron de emoción. El miedo se había esfumado por un momento.
El gentío esperando por familiares y amigos era increíble. Charlie hubiera amado ver allí a James, Gabe y David para recibirlos, pero era un estúpido pensamiento. Al recorrer con la vista rostro por rostro, el único que reconoció fue el de Ralph, quien estaba con un cartel que rezaba «Bienvenidos a casa».
—Matt, tengo miedo de lo que pueda pasarnos a todos —comentó Charlie.
Él le dio un fuerte abrazo y la llevó adonde Luke y Ralph se encontraban, saludándose como si nada hubiese sucedido realmente. Este último los condujo al mini bus en el que había ido a buscarlos, donde el chofer los ayudó con las maletas y luego les abrió la puerta para que pudieran subir. Ya prestos salieron del aeropuerto rumbo a la realidad bajo un cielo oscuro.
—Bien, ¿por dónde quieren empezar a reconstruir sus vidas? —Preguntó Luke, con duda.
—Si no les molesta, me gustaría que me lleven primero a casa —respondió Matt, seguro de sí mismo.
Charlie tomó una bocanada de aire y luego exhaló.
—Maravillosa idea: la dramática de mi hermana. Empezaré por Gabe.

•••

Volver a andar por las calles en las que había crecido fue un gran golpe para Charlie. Chicago era una ciudad maravillosa por las noches, las luces puestas en el lugar exacto para iluminar cada rincón de la ciudad les daba la bienvenida, una bienvenida con sabor amargo.
Matt se encontraba golpeando el suelo con el zapato. Los nervios le jugaban en su contra y no podía disimularlo.
Tras varios minutos de recorrer la ciudad llegaron a una casa gris de molduras blancas, con un amplio jardín. Un árbol se alzaba majestuoso a unos escasos siete metros de la puerta principal de la vivienda, de él colgaba un hamaca pequeña, la cual se mecía silenciosamente por el viento que soplaba en ese momento. Las hojas amarillas desperdigadas por el pasto y la entrada hicieron sonreír a Matt, quien se quedó quieto en su asiento cuando estacionaron frente a su hogar.
—Ralph, creo que deberías ir a hablar con Gabrielle y explicarle la situación lo más discretamente posible —sugirió Luke.
—Es pasada media noche, Luke. Deben de estar durmiendo —acotó Ralph, pero luego de un instante echó un vistazo rápido a Matt y a Charlie, quienes lo miraban algo impacientes. Asintió, al fin con la cabeza antes de descender del rodado. Caminó como si nada hasta la puerta principal y dio tres suaves golpes.
Gabe abrió la puerta. Estaba vestida de pies a cabeza con ropa de oficina, Charlie supuso que de nuevo estuvo trabajando hasta tarde y fue a casa para terminar el trabajo.
Al verla Matt volvió a golpetear el suelo con los pies y tamborileaba los dedos sobre sí mismo ante los nervios. Intentó bajarse también del auto, pero Luke lo detuvo, negando con la cabeza. Charlie comenzó a temblar cuando vio que David apareció de pronto al lado de su hermana, encaramándose a la pierna izquierda de ésta, soñoliento. Rápidamente ella lo persuadió para que se metiera de nuevo a la casa.
Nadie sabía qué era exactamente lo que le estaba diciendo Ralph a Gabrielle, pero tras un intercambio rápido de palabras la siguió dentro de la casa y antes de cerrar por completo la puerta, dio una señal para que Charlie y Matt fueran. Ambos miraron a Luke, esperando una aprobación que llegó al instante.
Descendieron del vehículo y caminaron rápidamente hasta la puerta principal. Al cruzar el umbral se quedaron quietos, Ralph había dicho algo que no distinguieron muy bien; luego habló Gabe.
—Bien, ¿qué es eso tan importante que tiene para decirme respecto a mi marido y mi hermana, Dr.? —Preguntó algo molesta.
Definitivamente no eran horas para ir a interrumpir en la casa de alguien por un tema que todos daban por finalizado.
Charlie se mantuvo a dos pasos por detrás de su cuñado, quien estaba parado en la entrada de la sala. En el pasillo solo quedaba ella, a quien se le pusieron los vellos de punta al escuchar la respuesta del Dr. Collins.
—Gabrielle, sé que esto sonará extraño, y perdón por la hora una vez más, pero ellos… —tomó aire— ellos están vivos —dijo lo más tranquilo que pudo.
Se hizo el silencio.
Matt caminó un poco y entró por completo a la sala. Charlie se acercó más, pero no ingresó, simplemente se recostó por el marco de la puerta. Gabe estaba de espaldas a ellos, por lo que no podía verlos aún. Charlie pudo notar la tensión sobre los hombros de su hermana.
De repente escuchó unos pasos que se acercaban por detrás de ella, provenientes de la cocina, estancia que se encontraba paralela a la sala.
—¿Tía Charlie? —Murmuró una vocecita.
En ese momento Gabe giró sobre sus talones y vio a su marido y a su hermana. Ésta última dio media vuelta y sonrió hacia su sobrino, quien la miraba expectante, sin entender nada, con un vaso de leche entre las manos. Asintió con la cabeza hacia él y fue a abrazarlo. Le sacó de las manos el vaso y lo alzó para luego dirigirse hacia la sala, con lágrimas en los ojos. David la miraba incrédulo, comenzó a toquetearle la cara, apretujándole los cachetes y pichándole la piel.
—¡Auch! Eso duele.
—¡Tía! —Gritó David cayendo en la realidad y comenzó a llorar sobre su hombro.
Charlie soltó una risita mientras que unas lágrimas se le escapaban, rebeldes, de sus ojos. Se fijó en su hermana, quien estaba petrificada, con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas.
—Tu papá también está aquí —le susurró al oído a su sobrino. Éste instantáneamente alzó la cabeza y lo vio.
Matt se acercó a Gabe y la abrazó fuerte, luego se separaron un poco para mirarse el uno al otro y se besaron profundamente.
—Te amo —fue lo primero que le dijo Matt luego de separarse.
—Matt —fue todo lo que pudo decir la otra; las palabras quedaron ahogadas entre lágrimas.
David, de pronto, se tiró de los brazos de su tía para abalanzarse sobre sus padres, quienes seguían abrazados.
—David —musitó Matt—. Cuánto has crecido.
Lo abrazó y en ese momento Gabe quedó expectante a su hermana, quién no supo cómo actuar.
—Lo siento demasiado —comenzó Charlie—. De verdad, lo siento.
Rompió a llorar sin más, mientras que Gabrielle la abrazaba.
—Dios mío, Charlie, estás viva —le respondió esta última. Se separó de ella y la miró fijamente a los ojos antes de que más lágrimas corrieran por su mejilla. Charlie se las limpió y sonrió.
—No llores tú también, por favor —le dijo.
—Este que… estás viva —miró a Matt—. Ambos están vivos.
Charlie asintió con la cabeza antes de volver a abrazarla.

Luego de varios minutos de tensión Ralph anunció que esperaría a Charlie en el mini bus para llevarla a su departamento, esta última asintió con tranquilidad y se tomó unos minutos para conversar con su hermana, la cual seguía algo shokeada. David rápidamente había recuperado la calma, pero no se alejó ni siquiera un segundo de su padre; su calma era real solo de vista, porque todos sabían que interiormente no se encontraba seguro de lo que sucedía.
—¿Por qué tanto secretismo? —Fue lo primero que preguntó Gabe.
Matt y Charlie explicaron a Gabrielle brevemente todo lo posible. La situación de aquel entonces exigía la máxima discreción ya que se suponía que estaban muertos. También le comentaron la razón por la que volvieron y las medidas a tomar, no sería fácil volver a vivir, pero no se esconderían más.
Charlie dio el punto final al encuentro dándole a entender a su hermana que aún no vio a James y que necesitaba volver a casa, se despidió prometiéndole a David que volvería lo más pronto posible para que estuviera tranquilo.
—Necesito descansar también, perdón —le dijo abrazándolo.
Este se lo tomó para bien así que dejó ir a su tía con tranquilidad.
—Vuelve con James, necesitamos una conversación entre todos —le dijo Matt con una mano sobre el hombro.
—Lo haré, cuida a Gabe y a David, por favor —sonrió cansada.
A duras penas su hermana la dejó marchar, con la promesa de que volvería una vez se recupere por completo.
—Gabe, necesito ir —dijo Charlie, deshaciéndose del abrazo de su hermana.
—Perdón —respondió ésta última—. A veces aún te veo como la pequeñita de la casa.
—Lo sé.

•••

Una vez llegados a destino dejaron a Charlie frente a lo que, anteriormente, era su departamento, el cual compartía con James. Luke y Ralph se tomaron la molestia de ayudarla con las maletas y luego se cercioraron de que se encontrara bien, ella asintió sin mucho convencimiento, pero ellos entendieron que debía hacerlo por su cuenta, de todos modos.
Los despidió al marcharse y tocó el timbre.
Nadie abrió.
Eran las 2:30 a.m., Charlie se sintió estúpida luego de pensar en ello.
Volver siete horas en el tiempo no era nada divertido, en España en ese momento eran las nueve y media de la mañana, moría por tomarse un café con unas tostadas.
El día del accidente los policías, luego de que se haya hecho el levantamiento de los supuestos cadáveres, se tomaron la molestia de recoger las cosas de Matt, Luke y Charlie. De entre aquellas cosas rescataron la cartera de esta última, a quien se la devolvieron tras despertar en España.
Dentro de aquella cartera, que fue escondida todo ese tiempo, se encontraba la llave de su departamento, por lo que entre buscó en su maleta para abrir por sus medios. Metió la llave en la cerradura y al escuchar el click de la puerta, hizo girar el pomo y la empujó. Por alguna razón Charlie supuso que James cambiaría la cerradura, pero eso lo pensó ya luego de haber abierto el departamento. Cerró su maleta y la adentró junto con otra que había quedado a un lado, a la sala. Recorrió por unos segundos esa estancia y para ella fue como un golpe de frescura luego de un día bastante caluroso.
Estaba en casa.
A primera vista, luego de encender las luces, Charlie encontró todo bastante ordenado. Nada había cambiado; quizás ella, pero esa era otra historia totalmente aparte.
Recorrió con los dedos las paredes del pasillo que la conducía de la sala a la cocina y sintió nostalgia. Se dijo internamente que si esas paredes hablaran, revelarían sus secretos más íntimos.
Pasó por la puerta del comedor e ingresó a la cocina. Abrió la heladera y se sorprendió de verla cargada; no creía que James se tomara la molestia de hacer las compras por lo que tomó nota mental de agradecérselo a su hermana más tarde.
Salió de allí y se dirigió escaleras arribas, donde se topó con la puerta de la biblioteca abierta y la luz encendida. Su lugar favorito en todo el departamento. La cerró por simple costumbre y apagó la luz, luego caminó con pasos lentos hacia su habitación. Al entrar la asaltaron los nervios nuevamente, su corazón comenzó a latir con fuerza, bombeaba sangre a su sien rápidamente y no la dejaba pensar con claridad. Respiró profundamente y se acercó a la cama, donde se encontraba James, profundamente dormido. Al verlo los ojos se le llenaron de lágrimas. No tuvo otra idea mejor que sacarse los zapatos y acercarse a la cama. Hizo correr el edredón con el que él se tapaba y se acostó a su lado, lo atrajo hacia sí misma despacio, respiró su olor, el cual la embargó por completo y lloró en silencio, abrazada a él. No quería ver su reacción cuando se diera cuenta de que estaba viva, pero estaba segura de que, al menos, había tomado la decisión correcta.
Caer dormida fue tan placentero como saber que estaba en su propia cama, con su futuro esposo, una vez más. En un momento de la madrugada Charlie reparó en que James la abrazaba fuerte y entre sueños susurraba su nombre, pero ella no se inmutó en despertarlo para decir que estaba allí mismo, por miedo.
Alrededor de las 6:25 de la mañana, cuando el sol inundó la habitación a través de una ventana con las cortinas descorridas, James fue despertándose lentamente. No se percató de la presencia de Charlie hasta que se movió y sintió un peso sobre su cintura. De un brinco se levantó de la cama, alarmado ante la presencia de alguien.
—¿¡Qué demonios…!?
Charlie abrió los ojos y se encontró con James mirándola con la mandíbula desencajada. Dejó la frase flotando en el aire. Su cara de horror expresaba que era la última persona a quien esperaba volver a ver en su vida entera.
Ella se sentó en el borde de la cama a medida que él retrocedía varios pasos, llegando hasta el escritorio donde –por el golpe que dio con su cuerpo– un vaso terminó cayendo al suelo; se había hecho añicos.
El estruendo hizo reaccionar al muchacho quien solo atinó a realizar una pregunta:
—¿Charlie? —Los ojos de pronto se le llenaron las lágrimas y tenía un nudo en la garganta.
Ella lo miró con vergüenza, luego se tapó la cara con las manos en un intento de ocultarlo.
—¿Eres tú de verdad?
Alzó la vista de sus manos y asintió. Se levantó también ella de la cama y se acercó a él.
—Soy real —le dijo despacio—, no estoy muerta.
Charlie se plantó frente a él para que la viera más de cerca, que viera que no estaba soñando. Se quedó quieta, expectante. Quería que James haga el primer movimiento, era ella quien volvía a irrumpir en su nueva vida, una vez más.
James alzó la mano derecha y le acarició la mejilla. Su toque provocó que una descarga eléctrica le recorriera por todo el cuerpo, lo que la motivó a abalanzarse sobre él y besarlo. Al principio fue como si estuviera besando a un muñeco inanimado, pero luego de unos segundos fue como si se hubiera convencido realmente de que era ella; la abrazó con posesión y la acorraló contra la pared a medida que iba aumentando la intensidad de los besos. Era como si el mundo estuviese por desaparecer y ellos fueran los últimos seres sobre la tierra.
Ella no dijo nada cuando se separaron, moría de ganas por hacer lo que hizo Matt al ver a su hermana, decirle que lo amaba, pero no lo hizo; no porque no lo amara más, sino que él la estaba mirando con desaprobación: esa era la reacción final.
—Necesitamos hablar —dijo él, muy serio. Charlie asintió con la cabeza y soltó un suspiro, estaba demasiado cansada pero necesitaba contarle todo lo que había pasado desde el día del accidente y eso no podía esperar.
La llevó de la mano a la cama, donde se sentaron uno frente a otro. Ella comenzó narrándole los momentos previos al accidente: el paso por la cafetería, la casa al Dr. Maxwell, la lectura de noticias y luego… el golpe. El crujido del metal. Los vidrios desperdigados por toda la avenida. Sus propios gritos… La balacera.
El paso por el hospital fue un detalle menor, pero aún así le comentó lo que sabía sobre su operación, el hecho de que se le había detenido el corazón y la reanimación. Continuó con el momento en el que despertó en el hospital y le dijeron que los hicieron pasar por muertos; el vuelo a España, los problemas de adaptación, jet-lag en el hospital… las sesiones de fisioterapia una vez ya mudados a la casa en la Villa de Madrid, las clases, sus amigos: Penélope y Luc, todo lo vivido en aquella casa. No le ocultó nada, no quería más mentiras con él.
Agregó a su relato el momento en el que se enteró de su intento de suicidio, pero lo comprendía. Siempre tuvo miedo de todo lo que podría suceder, pero nunca se tomó la libertad de pensar en ello realmente. No se lo permitió porque el problema radicaba en que nadie sabía la verdad y tampoco podían enterarse de ello, fue una de las principales razones por las que más se había alterado.
James sintió vergüenza.
Charlie tomó su rostro entre sus manos.
—Estoy en deuda con Gabe por haberte salvado la vida, no sé cómo podría devolverle el favor. Te amo tanto, James.
Lo besó y él intentó recostarla en la cama. Ella ansiaba volver a tenerlo entre sus brazos como antes, pero no había terminado aún.
—James. —Él se había tomando muy en serio el trabajo de besarla, estaba bajando a su cuello cuando ella volvió a hablar—. James, aún no he concluido, por favor.
Se detuvo algo enojado y rápidamente ella comenzó a contarle cuál era la razón por la que habían vuelto, justo en ese momento. Mentalmente iba tachando punto por punto las cosas que decía para no repetirlas. El momento cumbre de la conversación llegó cuando Charlie confesó que volvieron exclusivamente para ser señuelos. James se puso tenso.
—No quiero que te expongas de esa forma —expresó tajante. Se había puesto bastante nervioso—. No te perderé de nuevo por la culpa de Luke Maxwell.
—Cariño —Charlie amaba tocar el rostro de James, por lo que en ese momento volvió a posar su mano sobre su mejilla—. Sabes perfectamente que incluso antes de conocerte yo ya corría ese tipo de riesgos. Luke es una persona muy poderosa, toda su vida fue consciente de que podría llegar un día así. Y, de hecho, llegó, pero no por eso se derrumbó; al contrario, fue fuerte.
—Pero él es un hombre solitario, no tiene familia, no planeaba casarse —escupió.
James se levantó de la cama, frustrado, caminó varios pasos antes de volver a sentarse de espaldas, en una esquina del colchón. La estaba provocando.
Físicamente James no era grande, tenía una complexión media y era alto. Bastante apuesto. Charlie nunca terminó de comprender por qué un hombre como él estaba con una chica como ella, simplemente lo disfrutaba, como en ese momento.
La espalda de James definitivamente era el lugar favorito de ella, ancha y fuerte. Le brindaba seguridad. Sentía que si se refugiaba en él nunca terminaría herida, jamás.
Ella metió sus manos dentro de su camiseta y se la levantó poco a poco, recorriendo con los dedos la parte baja de su espalda hasta llegar a sus omóplatos. Él ayudó a que se la sacara por completo y Charlie sintió la gloria. Sus hombros, llenos de pecas eran su perdición. Comenzó a besarlo allí y fue subiendo lentamente pasando por su cuello hasta alcanzar su barbilla, estaba perdidamente enamorada de él. Se detuvo en el borde de sus labios y se abrazó a su espalda, soltando un largo suspiro.
—¿Estás bien? —Preguntó él, con tono preocupado.
—Sí –respondió ella—. Solo algo cansada. El cambio de horario me está jugando una mala pasada ahora mismo.
James se acomodó en la cama de nuevo y estiró a Charlie a su lado, la acunó en sus brazos desnudos mientras le daba un beso en la frente.
—Duerme, yo vigilaré tus sueños —le dijo.
Ella estaba consciente de su enojo, no era demasiado obvio pero lo conocía, sabía que tardaría un tiempo en perdonarla por completo pero le agradecía internamente que no la odiara.
Cerró los ojos sintiéndose completa de nuevo, dejó que el mundo se desvaneciera al tiempo que escuchó cuando James le susurraba un «Yo también te amo» al oído.

•••

Cuando volvió a abrir los ojos se sintió algo desorientada, no estaba en su habitación de España, sino que era su hogar, su verdadera casa. Realmente estaba en ella. Al espabilarse se encontró abrazada a una de sus almohadas, volvió a cerrar los ojos y aspiró el olor de James, quien se hizo cargo por sí mismo de la cama durante los meses en los que ella no estuvo.
Salió de la cama y se dirigió a la ventana, el cielo estaba nublado y al ver hacia la acera se encontró con el suelo mojado. Había llovido mientras ella dormía. Sonrió melancólicamente, amaba ese clima y volver a experimentarlo en su hogar la llenó de satisfacción. Soltó un largo bostezo y caminó fuera de la habitación rumbo al baño, se metió a la ducha y se refrescó durante algunos minutos. Lo único que quería era ser lo suficientemente fuerte antes de salir a dar la cara y comenzar con la verdadera lucha.
Unos veinte minutos después salió del baño con una toalla de James envolviéndole el cuerpo. Sus maletas se encontraban en la sala, escaleras abajo por lo que se puso a rebuscar en su antiguo closet por algo de ropa. Sorprendida de encontrar todas sus prendas intactas, tomó uno de sus jeans favoritos junto con una camiseta limpia de James y se vistió con eso; quería impregnar su piel de nuevo con el aroma de él, recuperar los recuerdos perdidos y crear algunos nuevos. Completó su atuendo con la bota y la chaqueta de cuero que llevaba puesta al llegar y bajó.
Al llegar tuvo la creencia de que todo lo que conocía de su hogar se convertiría en pasado. Pensó que James modificaría toda la casa para que no la recordara a ella, pero no hizo nada, lo dejó todo tal y como lo habían dispuesto cuando se mudaron juntos, unos tres años atrás.
—Hey, no se te quita esa costumbre de utilizar mis camisetas —comentó James cuando ella ingresó a la cocina.
Se encogió de hombros con una sonrisa y fue a sentarse en uno de los taburetes de la barra que tenían en medio de la cocina. El comedor casi nunca lo utilizaban, era más para cuestiones familiares que para ellos dos. La familia de James vivía en Los Ángeles y eran personas ocupadas, por lo que las visitas casuales no eran bien vistas, a no ser que fueran reuniones estrictamente importantes, como la fiesta de compromiso.
Charlie quedó viéndolo por varios minutos mientras él se desplazaba a sus anchas, como si nada, por la cocina, había sacado una taza de la alacena, junto con el azúcar. Se sirvió una taza de café y de pronto todo volvió a la normalidad para ella, pero tenía miedo y no quería enfrentarse al mundo sola.
—¿Quieres comer algo específico? —Preguntó él vertiendo azúcar en su café.
Dos cucharitas y media era lo casual en su bebida, pero en ese momento puso tres. Revolvió antes de darle un sorbo y ofrecerle una taza también a Charlie. Ella negó con la cabeza al tiempo que se cuestionaba mentalmente cómo funcionaba la cafeína en las personas. Los estimulaba para seguir vivos pero a ella no le hacía efecto sin importar cuánto tome.
—¿Me preparas unas tostadas y huevos revueltos?
—¿Segura de que no quieres otra cosa? Es mediodía y no has comido nada —observó él.
Y allí estaba: el amoroso y atento James que siempre se preocupaba por todo y todos.
—Sí, totalmente —confirmó ella. Se levantó de la barra y fue a abrazarlo por detrás. Se recostó por él para oír los latidos de su corazón—. Sigo sin creer que estoy realmente aquí.
James dio media vuelta entre los brazos de Charlie, la abrazó fuerte, lo suficientemente fuerte para transmitirle toda su fortaleza. Luego de separarse quedó mirándola fijamente de hito en hito, como si simplemente fuera parte de un sueño, como si no fuera real.
—Soy real —le confirmó ella, una vez más, sonriéndole.
—Es solo que tampoco puedo creer que estés viva —los ojos se le llenaron de lágrimas.
—James…
—Dime, Charlie.
—Tengo miedo —confesó.
—Yo también, pero podemos enfrentar esto, juntos —volvió a abrazarla—. Estaré a tu lado, nunca lo dudes por favor.
Se separaron y James tomó el rostro de Charlie entre sus manos para besarla. Ella no sabía qué esperar cuando llegue el momento de salir a dar la cara, pero cuando suceda, por lo menos lo tendría a él, apoyándola siempre.

 
Plantilla de Bika Thraumer