Últimamente me preguntaba si era
real lo que estaba ocurriendo a mí alrededor. He llegado del servicio militar
no hace más de dos meses y me he encontrado con un millón de sorpresas. Mi
novia, mi prometida, había muerto mientras yo me encontraba en el servicio. Una
maniática que no sabe siquiera explicar sus emociones me atropella y luego me
confiesa que le gusto. ¿Estaba demente acaso? Dice ser psicóloga, pero… creo
que está más loca que una cabra. Además, a todo esto decía agregarle lo más
irreal que pueda sucederle a un ser humano.
Mi nombre es Kim Jongin, tengo
treinta y un años y veo a mi difunta prometida. Veo fantasmas y no sé adónde me
llevará todo esto. Ella me habla. Se ríe. Llora. Me aconseja… y para mí es como
si estuviera viva. Se desvanece ante mis ojos, y aparece cuando quiere. Una vez
intenté abrazarla, pero desapareció y sentí electricidad en el aire.
Ahora de nuevo estaba frente a
mí. Hablándome como si fuese la cosa más normal de todo el mundo. Quería que
conociese mejor a Eunbyeol y que la tratara mejor. Quería que haga una nueva
vida. Pero ¿cómo hacerlo con ella? ¿Está viva o muerta? ¿Estoy loco? ¿Es una
señal? ¿Voy a morir? Mi cabeza daba vueltas y más vueltas. No había una sola
noche que no me pregunte qué sucedería al día siguiente. El mañana me parecía
lejano, inoportuno y peligroso. Aterrador. Tenía miedo, esa era la realidad.
Todo me parecía una pesadilla, una pesadilla que no terminaría hasta que no
termine.
Un doctor entró a mi habitación
y corroboró todos los aparatos que tenía a mí alrededor. Todo indicaba que
estaba completamente bien, pero no entendía por qué no me dejaban salir del
hospital. Quería volver a mi casa. Necesitaba relajarme, éste lugar era
demasiado frustrante, tétrico y aburrido. No tenía nada ni nadie con quién
entretenerme. O, bueno, tenía un fantasma haciéndome compañía siempre, pero eso
no era lo que yo quería.
Después de anotar algo en la
tabla con mis datos, el doctor me deseó un buen día y salió como si nada de la
habitación. “Que tenga un buen día”, me había dicho. No sabía cómo tomarlo,
pero de igual manera no le hubiera dicho nada. Me acostumbré a no hablar aquí
luego de que haya intentado suicidarme. Quizá estar vivo me haga más daño del
que jamás creí imaginar.
Me tomé la única pastilla que me
dejaron en una bandeja con un vaso de agua, al costado izquierdo de mi cama,
sobre una mesita blanca sin cajones. En un principio creí que era un puf,
estaba acolchado y todo, pero nadie se sentaba ahí, por lo que empecé a llamarlo
mesita. En realidad no había nadie
que venga a visitarme y pueda sentarse allí. Eunbyeol era la única que me
visitaba, pero ella no contaba exactamente como una visita ya que venía cada
vez que tenía un tiempo libre y tampoco venía a ver si me sentía mejor o algo
así, sino que venía estrictamente en calidad de psicóloga. ¿Acaso estaba loco o
algo así? Yo no me sentía como tal, por lo que hacía aún más frustrante su
visita.
—¿Adónde irás una vez que te den
de alta? —me habría preguntado un día.
Yo no respondí, y ella
automáticamente tomó la posta por mí.
—¿Un departamento? Porque la
casa de Nari y la de tus padres están abandonadas, prácticamente —se tapó la
boca por haber hablado demás.
Odiaba cuando se metían en mi
vida. Es mía y de nadie más. No necesito que alguien me ayude con algo.
—Sí, la necesitas. Por eso
sigues aquí.
El fantasma de Nari me recordaba
que seguía ahí, frente a mí, mientras yo estaba sumido en mis pensamientos.
La ignoré.
Cerré mis ojos y traté de
quedarme dormido. Esperaba que la pastilla hiciera efecto así no tendría que
atormentarme tanto, pero no lograba conciliar el sueño. Abrí los ojos de manera
brusca y el fantasma seguía ahí, en el mismo lugar en el que siempre estaba
cuando aparecía; sentada sobre mi cama, al costado de mis pies, cruzada de
piernas.
La miré interrogativamente y me
sonrió. Quería saber por qué no me dejaba en paz. Siempre se lo preguntaba
mentalmente, ya que podía escuchar mis pensamientos, pero nunca me respondía.
Siempre me miraba con los mismos ojos llenos de amor, igual que cuando estaba
viva.
—Conseguiré que alguien venga a
visitarte. ¿Quieres un amigo? —me preguntó en ese momento.
Solté
un largo suspiro y asentí levemente, casi imperceptiblemente, pero ella lo notó
y su sonrisa se ensanchó. Al instante chasqueó los dedos y se escuchó un
estruendo en el pasillo, un vaso se rompió. También una risa malévola resonaba
en el lugar. Supuse que lo había hecho ella, así que no me preocupé. Cerré de
nuevo mis ojos, para intentar dormir, pero unos pasos rápidos e imprecisos se
dirigieron hacia la habitación en la que me hallaba. Nari desapareció con una
risita tierna, cubriéndose la boca con las manos, al tiempo que un chico no
mayor que yo, ingresaba a la habitación. Parecía demente, de verdad. Estaba
matándose de la risa en silencio. Yo me senté sobre la cama, expectante, pero
lo único que hacía era reír. ¿Era un loco de verdad? ¿Uno en serio?
Me
había saludado con la mano al entrar y luego se pegó de espaldas a la puerta
cuando ésta estuvo completamente cerrada. Su risa silenciosa era algo rara,
parecía como si estuviera ahogándose. De repente me vi preocupándome por él, de
que de verdad estuviera ahogándose o algo así, pero no quería hablar. No quería
llamar a nadie. No creía que fuese peligroso, y si lo era, no me molestaría que
me matara para evitarme todo éste sufrimiento.
De
pronto dejó de sonreír y me miró fijamente a los ojos. Se puso de pie y se
acercó a la tabla que contenía mis datos y las indicaciones de mi estado.
—Mucho
gusto, Jongin. Soy Kyungsoo. Y… tú no tienes ningún problema mental. Yo sí, lo
único que tú tienes en tu mente, tu corazón y tu alma es preocupación y eso no
te deja vivir —hablaba a trompicones—. Me disculparás por haber ingresado así a
tu habitación, pero estoy escapando de los enfermeros y la doctora Park —volvió
a explotar en carcajadas, lo que me causó curiosidad.
¿Cómo
alguien que parece tan cuerdo (excepto
por las risotadas) puede estar enfermo? O, al menos, eso alegaba él y se notaba
a leguas que era verdad y fue sincero.
Se
escucharon pasos apresurados en el pasillo.
Kyungsoo
dejó la tabla en su lugar y corrió hacia mi cama, lo que me puso alerta. ¿Me
utilizaría como rehén? Planeaba romper mi era de hielo y pegar el grito, pero
cambié de opinión cuando puso el dedo índice de su mano derecha sobre su boca y
me hizo un gesto;
—¡Shhhhh!
—dijo mientras se metía bajo mi cama.
Yo
asentí con la cabeza e hice el mismo gesto de silencio que él, pero sin abrir
la boca.
¿Era
posible que no lo vieran bajo mi cama?
De
repente la puerta se abrió bruscamente y se dejaron ver tres enfermeros, junto
con Eunbyeol. El rostro perplejo de ésta última era indescriptible. Asombro,
preocupación, rabia… todo en una sola expresión.
—Paciente,
le ordeno que nos diga si alguien ingresó a su habitación hace unos minutos
—exigió uno de los enfermeros. Ladeé mi cabeza hacia un costado y quedé mirando
a Eunbyeol. Ellos no sabían de mi estado.
Eunbyeol
soltó un largo y pesado suspiro, cerrando los ojos. Cuando los volvió a abrir,
me preguntó:
—¿Puedes
al menos asentir o negar?
Yo no
hice ninguna de las dos cosas por lo que uno de los enfermeros fue hacia el
baño a registrarlo. Yo bostecé involuntariamente y luego me recosté en mi cama.
Cerré los ojos y dejé que Morfeo me lleve con él a su tierra, por un momento.
Cuando
abrí los ojos, las luces eran tenues. Casi no había luz, pero pude ver la
silueta que se encontraba durmiendo en el sofá, cubierto por una manta hasta el
pecho, y abrazando a una almohada. ¿Kyungsoo? Parecía un niño, dormido. Una
expresión de tranquilidad surcaba su rostro. Sonreí sin saber por qué. Me
gustaba verlo. ¿Era el amigo del cual me habló Nari? ¿Cuántos años tendrá?
¿Veintiséis? ¿Veintisiete? Era… lindo, tierno.
—No te
enamores —soltó una risotada, Nari.
Me
sobresaltó su presencia, por lo que cerré los ojos para tranquilizarme. Fijé mi
vista en ella. Era la misma de siempre, juguetona, divagadora, soñadora,
hermosa…
Volví a
mirar a Kyungsoo y solté un suspiro. Si no me sintiese lo suficientemente mal,
hablaría con él, pero tenía la impresión
de que me odiaría por mis pensamientos.
No
quería seguir viéndolo dormir por lo que tomé una de mis almohadas entre mis
manos y la tiré lo más fuerte que pude. Cayó sobre su rostro y pegó un salto.
Creo que le dolió, la tiré demasiado fuerte. El entrenamiento que nos dieron en
la base militar seguía detrás de mí. No podía actuar con normalidad, como
antes.
Lo miré
curioso mientras se despabilaba. Se estiró, dobló la manta y la dejó bien
colocada sobre el sofá en el que se había quedado dormido. ¿Cuánto durmió?
¿Toda la tarde? ¿Qué hora era? Mi habitación ni siquiera tenía ventanas por lo
que no sabía si era de día o de noche.
—También
intenté suicidarme. Una vez —dijo Kyungsoo de pronto. Empezó a caminar por la
habitación y no me molestaba que lo haga, pero me había percatado de algo; Nari
había desaparecido sin que yo me diera cuenta de ello—. No soportaba estar
aquí. Me encerraron porque maté a mi familia; odiaba a todos. Yo sí tengo
problemas mentales.
«Mátame
también a mí, por favor», pensé.
—Pensaba
que haciéndolos desaparecer me sentiría feliz. Pero me sentí solo —hablaba con
normalidad y tranquilidad—, no tenía nadie que me comprendiera. Luego de una
semana de esconderme, la policía terminó encontrándome y me dieron quince años
de cárcel. Lo hice a los veinte, ahora tengo veintiocho. Hace un año me dejaron
en observación en éste hospital. Estoy algo mal de la cabeza, ya te lo habré
dicho y pues… nunca dieron la orden para el traslado a un psiquiátrico, por lo
que sigo aquí —sonrió—. ¿Te gustó mi historia?
Quería
decirle que sí, que me parecía una persona demasiado interesante, pero no tenía
ganas de hablar, porque si lo hacía, no me dejaría en paz y quizás se lo diga a
algún doctor, o peor aún, a Eunbyeol, y ella sí que no me dejaría vivir más.
—Hagamos
algo —me dijo, serio—, cuando te haga preguntas cerradas respóndeme ¿okay? Un
parpadeo largo significará “Sí”. Dos parpadeos largos significarán “No”. ¿De
acuerdo?
Un
parpadeo largo.
—¡Okay!
—respondió animado—. Pero me gustaría saber cuál es la verdadera razón por la
que estás mudo. No quieres hablar con nadie sobre nada, ¿verdad?
Un
parpadeo largo.
—¿Pero
si te pregunto me responderás a mí?
Un
parpadeo largo; más una sonrisa.
—¡Oh
Dios! ¡Sonreíste! —exclamó haciendo un gran teatro.
Ensanché
mi sonrisa. Me gustaba que intentara animarme.
—Espero
que nos hagamos muy buenos amigos —extendió su mano.
Me puse
serio. Miraba alternativamente su mano y luego sus ojos. Quería tenerlo de
amigo, pero sentía que si estrechaba su mano sellaría un pacto eterno que
tendría que cumplir toda la vida, y aún no estaba dispuesto a abrir mi corazón
a nadie. No quería sufrir ya sea por una novia, una madre, un padre o un amigo.
—Tranquilo,
no te alarmes. Desconfías aún, te entiendo —sonrió—. Por ahora, ¿quieres comer
algo?
Dos
parpadeos largos.
—¿Quieres
escuchar lo que pasó en la tarde?
Así que
era de noche.
Un
parpadeo largo.
Lo que
Kyungsoo me contó sobre el día, fue lo siguiente: después de que prácticamente
me haya desmayado, los doctores salieron de la habitación por orden de
Eunbyeol, nadie tenía idea de dónde se había metido él, por lo que se sentía
tranquilo para descansar sin que nadie lo molestara por un buen rato.
Generalmente era víctima de un cóctel variado de inyecciones y medicamentos.
Hacían pruebas en él, su comportamiento no cambiaba según estado de ánimo, como
debía de ser, sino que variaba según el color de líquido que le inyectaran o el
color de pastilla que le medicaran. Sufría bastante por el simple hecho de no
haber sido trasladado.
—Hubiera
sido mejor si me mataban. Un día me tomé todas las pastillas de una vez, pero
no funciono.
Habían
pasado dos semanas desde que conocí a Kyungsoo. Siempre se escapaba de los
médicos e iba a visitarme por varias horas al día. Hablaba, me preguntaba
cosas; mi estado de ánimo, si me dieron de comer, si me acostumbrada a estar
ahí, y cosas así. Uno nunca se acostumbra a ese lugar.
Nari ya
no aparecía seguido y cuando lo hacía, desaparecía enseguida. Eunbyeol se veía
frustrada gracias a Kyungsoo y me parecía simpático. Nunca la había visto tan
estresada desde que yo había ingresado al hospital, pero la verdad es que no me
importaba. En lo absoluto. Estaba agradecido con Nari de que me haya
proporcionado un acompañante. Alguien con quién hablar, pero no quería
encariñarme y que luego sucediera algo y desapareciera.
Me
encontraba tirado en mi cama, como siempre. Tenía hambre así que presioné el
botón con el que ordenaba mis alimentos y en diez minutos llegó una enfermera
junto con Eunbyeol.
—¿Cómo
amaneciste hoy, Jongin? —me preguntó. Era la primera vez que aparecía en el
día.
Le
respondería al puro estilo Kyungsoo, haciendo un parpadeo largo, pero nadie
sabía de sus visitar y nuestros métodos de comunicación. De hecho era algo
bueno.
Eunbyeol
se había quedado un rato mientras me alimentaba, pero había aparecido un médico
que la buscaba, por lo que tuvo que dejarme solo.
Luego
de media hora, dejé los platos vacíos y me bebí por completo el jugo natural.
No era tan sabroso como la comida que preparaba Nari; nadie se resistía a su
comida. Pero no tenía más elección que tragármela ya que moría de hambre, el
desayuno no era nada. Al terminar volví a presionar el botón y aparecieron a
retirar los cubiertos sucios. Me dejaron la pastilla habitual, con un vaso de
agua para que me la tomara cuando quisiera. Esa pastilla era algo así como un
tranquilizante. Yo no duraba mucho tiempo despierto por lo que me la
administraban luego del almuerzo para tomar una siesta tranquila, sin
pesadillas o algo, pero varias veces las llegué a tener, y como es obvio, nadie
lo sabía.
Me la
tragué sin más preámbulos y esperé que el sueño se haga presente.
—¿Sigues
sin ganas de hablar? —me dijo Kyungsoo al llegar. Estaba a punto de dormir,
pero me animaba su visita. No le respondí a eso, solamente sonreí y, él también
lo hizo. Nos entendíamos aún cuando yo era el defectuoso en ésta situación—.
¿Sabes lo patético que me veo hablando solo? Vamos, di una palabra. Sólo una…
Y dale
con lo mismo. No es la primera vez que me animaba a hablar y creo que no será
la última. Cerré mis ojos, para evitarlo. Escuché que se acercó y sentí su cuerpo
cerca del mío. Abrí los ojos para encontrarlo a centímetros de mi rostro. Ya
había aprendido a sorprenderme sin exclamar nada, por lo que lo único que atiné
a hacer fue empujarlo.
Con la
fuerza que lo hice lo tiré al suelo. Cayó sentado y rápidamente empezó a
matarse de la risa. No sabía si era por la broma o por qué, pero a mí no me
gustó para nada. Me había puesto nervioso.
Luego
de un rato dejó de reírse y se puso de pie. Se sentó a un costado, sobre la
cama y su expresión, de ser divertida, pasó a ser comprensiva.
—De
verdad, necesitas recuperarte rápidamente —dijo—. Deja que esta gente te cure y
puedas salir de aquí y vivir una vida decente. No sé qué te pasó, pero mereces
alguien que te quiera. De hecho todos merecemos a alguien pero desperdiciarás
tu vida si te quedas aquí.
Cerré
mis ojos y me quedé dormido.
Un
rostro femenino se había acercado al mío y me habló de cosas ininteligibles en
mi sueño. “Alguien te dará esperanza”. “Si no sigues su consejo terminará
odiándote”; me había dicho. No comprendí a qué se refería, por lo que la ignoré
y traté de volver a la realidad.
Cuando
estaba recobrando el conocimiento me llegaron gritos, murmullos, exclamaciones,
entre otras cosas, a mis oídos. Al abrir los ojos me encontré con que habían
descubierto a mi amigo conmigo, en mi habitación. Estaban tratando de llevarlo,
de sacarlo de aquí, pero él no se dejaba. Me sentí desesperado. Querían
llevarse a mi amigo, a la única persona que velaba por mí, no por interés, si
no por gusto, en éste hospital.
—¡Jongin!
—exclamó él.
—¡Kyungsoo!
—respondí yo. Y por primera vez en mucho tiempo, esas fueron mis primeras
palabras.
Todos
se quedaron sorprendidos. Inclusive yo. A Kyungsoo los ojos se le llenaron de
lágrimas. Se deshizo del agarre de los enfermeros y corrió hacia mí. Cuando
llegó me dio un beso en la frente y me abrazó fuerte. No sabía qué hacer. No
sabía cómo sentirme en ese momento, pero rápidamente la alegría albergó mi
cuerpo.
Amistad.
Era lo
que me faltaba. Alguien con quién hablar. Una persona que me diera la esperanza
de continuar con vida, alguien que me comprendiera a pesar de todo. Para mí, en
ese momento no había nada más simple e importante que la amistad.
De
pronto sentí que todo a mí alrededor se detenía. Las personas estaban quietas,
incluso Kyungsoo, que estaba pegado a mí. Una luz apareció de la nada en mi
habitación y caí en cuenta de que era Nari.
—Felicidades
—me dijo—. A partir de ahora no me necesitarás más. De hecho dejaste de hacerlo
cuando te lo traje. Ya que no quieres un amor, confía en el poder de la amistad
y vive diligentemente tu vida, sin cometer estupidez alguna. Te amo y te amaré
siempre. No lo dudes jamás.
Durante
varios segundos más se quedó allí, mirándome para luego, sin más ni menos,
desaparecer. Cuando volvió todo a la normalidad comprendí que Nari estaba en mi
cabeza. Era mi mente la que me la proyectaba según los recuerdos que tenía de
ella, pero ahora ya no la necesitaría, porque una persona entró en mi vida,
dándome la esperanza que necesitaba.