¿Privacidad? ¿Qué significaba esa palabra para
los periodistas? De hecho ellos nunca supieron su significado, o, en caso de
que lo conocieran, nunca les importó. La privacidad no vendía las revistas de
farándula; por lo que era trabajo de ellos escarbar en las profundidades de los
pecados ajenos para saciar la sed de chismorreo que poseía el pueblo sobre la
clase media/alta. Cualquier palabra que pudiera hundir a otros bastaba para que
las habladurías comenzaran y se expandieran como fuego en pólvora. ¿Tan aburrida
era la vida del pueblo por ello siempre iban en busca de una nueva víctima?
Esa era una de las razones por las cuales
Charlie nunca se había metido con los medios. Una sola palabra ubicada estratégicamente
en medio de otras y su vida acabaría, la lectura entre líneas era fundamental
para el espectáculo que querían fomentar. Su abuela siempre compraba revistas
de chismes para entretenerse cuando estaba aburrida: se mofaba de la vida de
unos, se entristecía con la vida de otros y se alegraba con cosas que ni
siquiera eran de su incumbencia.
—Siempre supe que era una mala persona, me
parece excelente que haya ido a la cárcel —escuchó una vez Charlie, cuando era
pequeña.
—¿Conoces a ese señor? —Le preguntó ella,
asomando la cabeza sobre la revista para saber de quién hablaba.
—Siempre sale aquí —alzó su abuela otro
periódico.
—No puedes juzgarlo sin conocerlo a él ni sus
razones —le había respondido Charlie antes de salir de la estancia en la que se
encontraba.
No le había dado tiempo a su abuela de
excusarse, de igual manera no le interesaba su excusa. Tenía doce años y solo
quería jugar en ese momento.
Cinco filas con diez mesas en cada una se
dispusieron para los periodistas que necesitaban registrar en sus laptops la
conferencia, algunos tecleaban a toda velocidad cada una de las palabras que se
iban pronunciando mientras que otros por su parte fueron con blocs, bolígrafos
y radiograbadoras. Al menos cien periodistas de diferentes medios y ciudades se
encontraban presentes en aquella sala.
Todo fue transcurriendo con absoluta
normalidad durante los primeros treinta minutos; las preguntas se centraban
mayormente en el Dr. Maxwell; Charlie y Matt poco y nada había pronunciado
hasta que una periodista rubia, que se encontraba al fondo mismo de la sala,
alzó la mano y pidió que ambos contaran su versión de la historia.
Charlie la miró fijamente a través de los
lentes que tenía puesto y luego se fijó en Matt quien le negaba con la cabeza;
no tenía la obligación de responder, pero ella respiró profundamente antes de
preguntar qué era exactamente lo que quería saber aquella mujer.
—Simplemente tu versión de la historia; ¿qué
sucedió contigo y con el señor Baggott luego de que los acribillaran a balazos?
—Preguntó con auténtica curiosidad—. Hasta ahora sólo hemos escuchado lo que
queríamos escuchar por parte del Dr. Maxwell, pero ¿qué hay de ustedes dos?
¿Son pareja, quizás familiares? ¿Qué clase de relación los une? —Sonrió
provocativamente hacia Matt.
Por supuesto que nadie sabía nada de ellos;
solo eran «la secretaria y el chofer» del Dr. Luke Maxwell. Todo el mundo los
veía solo cuando Luke asistía a algún evento; eran unos completos desconocidos.
Charlie no necesitaba contar su vida a todas
esas personas pero lo vio necesario porque de otra forma los hostigarían hasta
en los lugares más inapropiados para extraerles información. Aquellas personas
se convertían en unas sanguijuelas si no les dabas lo que querían.
—Somos familiares, sí —comenzó Charlie,
sacándose los lentes—. Matthew Baggott es el esposo de mi hermana, nos
conocemos hace bastante tiempo.
Aquella periodista rubia anotó algunas cosas
en su bloc antes de volver a mirar a Charlie, quien esperaba a que la
interrumpiera con algo más.
—Entonces… ¿tu versión de la historia? —Amagó
una sonrisa.
—La verdad es que no difiere mucho de lo que
el Dr. Maxwell contó ya previamente —comenzó sin ánimos. Fue narrando a grandes
rasgos lo que había pasado, no iba a darle todos los detalles a ellos, pero sí
los necesarios para que se tranquilizaran. Se basó más en ella que en lo que
pasaba a su alrededor, omitió los cambios de nombres, las clases, Luc,
Penélope, el intento de suicidio de James… básicamente dijo lo que Luke había
ya comentado por lo que terminó aburriendo a todos y eso era lo que buscaba.
La periodista agradeció sin mucho
convencimiento y de mala gana omitió hacerle alguna pregunta a Matt ya que
supo, muy dentro de ella, que le respondería con la misma historia y no quería
volver a escuchar. Entrecerró los ojos y no le quitó la mirada de encima a
Charlie hasta que alguien la empujó al pasar por su lado dio un brusco giro
para saber quién había sido y se encontró a un chico de aproximadamente treinta
años, morocho, no muy alto pidiéndole disculpas. Jack lo había hecho adrede.
Una hora más tarde Charlie se estaba
dirigiendo a casa con James en un auto conducido por Jack; no le molestaba su
presencia pero tendría que adaptarse a ello porque lo vería todos los días
hasta que acabara, en algún momento, aquella pesadilla.
•••
Al día siguiente lo primero que pensó Charlie
al abrir los ojos fue en la fecha. Era 18 de octubre, cumpleaños de James; no
se había preocupado por el suyo ya que era un evento de menor importancia en
ese momento, tres días atrás ella se encontraba desesperada por volver y había
obtenido aquello, pero una vez de vuelta se sentía tan fuera de lugar como si
nunca hubiera pertenecido realmente a aquel sitio.
Luego de una larga ducha Charlie bajó a la
cocina a buscar a James pero no estaba allí, a cambio se encontró con un post-it
pegado por la heladera en el que indicaba que fue a hacer compras para el
almuerzo y que regresaba alrededor de las once y treinta.
Se encogió de hombros y revisó la heladera
para ver qué podía desayunar; en ese momento en el que abrió la puerta se le
ocurrió llamar a Gabe, ella era una experta en preparar sorpresas por lo que
luego de tanto ajetreo Charlie quiso un poco de normalidad, aunque nada era
normal.
Echó un vistazo rápido a la calle desde la
ventana de la sala y efectivamente encontró lo que quería ver; salió raudamente
por la puerta principal y corrió hasta el auto de Jack, quien al verla correr
bajó apresuradamente del vehículo.
—¿Sucede algo, señora? —Preguntó lo más
tranquilo que pudo.
—Por dios, ni siquiera nos llevamos dos años
de diferencia, llámame Charlie —rió esta por lo bajo—. Pero… sí, sucede que
necesito tu teléfono móvil. Necesito llamar a mi hermana urgentemente.
—Suba al auto, la llevaré hasta su casa.
—¡No! Necesito simplemente hablar con ella,
¿me lo vas a prestar o tengo que ir a comprarme uno?
Jack se vio sorprendido, no sabía qué hacer
tenía simples órdenes de cuidarla, no de hacer lo que ella le pidiera.
—Bien, iré al teléfono público de la siguiente
calle, ¿vienes? —preguntó ella, desganada.
Jack sacó un iPhone del bolsillo interior de
su saco y se lo pasó a Charlie tras desbloquearlo con su huella dactilar.
Después de haber marcado el número del
teléfono fijo de la casa de su hermana se puso a hablar sobre tragos y picadas,
globos y cosas que podrían hacer para la fiesta, no quería descartar cualquier
cosa que podría funcionar, Charlie esperaba que fuese una verdadera celebración
ya que ella misma se veía bastante cansada de lo monótono que se estaba
volviendo todo con las preocupaciones constantes que todos tenían sobre ella y
Matt.
Diez minutos fue lo que duró su llamada, al
devolverle el móvil a Jack le sonrió agradecida y corrió de nuevo dentro de la
casa. Sus planes eran bastante llanos, almorzaría con James, podrían salir a
ver alguna película por la tarde y por la noche irían a la casa de Gabe donde
ella se estaba encargando de todo. Charlie estaba bastante agradecida con su
hermana quien había pedido una semana de vacaciones tras lo sucedido y se lo
concedieron, de igual forma tenía algunas publicaciones que redactar en casa
para la editorial en la que trabajaba, pero nada que no pueda solucionar tras
una lectura rápida de ciertas noticias.
Según planes sería algo muy íntimo, solo ellos
dos, su hermana, Matt y David; pensó en invitar al Dr. Maxwell pero James no le
tenía más el aprecio que le tenía anteriormente por lo que omitió por completo
la llamada que tenía planeada hacer para invitarlo.
Al volver a la casa Charlie se detuvo en medio
de la sala sin saber qué hacer. Miró a su alrededor y se encontró perdida en su
propio hogar. No tenía actividades en ese lugar a excepción de la limpieza,
pero todo estaba bastante limpio. Supuso que James se había encargado de eso
antes de salir por lo que realmente se sintió una intrusa.
Terminó tirada en el sofá, con un cuenco de
cereal con yogurt y la tv encendida. A medida que iba masticando cambiaba de
canal en canal para ver la programación. Show de variedades, películas
aburridas, deportes… no encontraba nada interesante hasta que bajó el control
para tomar otro bocado de su cereal; el noticiario del canal en el que había
dejado estaba empezando y uno de los titulares le había llamado la atención.
Nada más simple y llano que ellos.
Una nota sobre ellos y la conferencia de
prensa que habían brindado el día anterior fue lo que anunciaban. Charlie
terminó su desayuno y corrió a la cocina a dejar el cuenco en el fregadero,
corrió de nuevo hasta la sala y quedó expectante al televisor.
Había transcurrido media hora desde el inicio
del noticiario cuando por fin dieron una breve introducción diciendo que presentarían
un resumen sobre el caso y que pasarían partes de la conferencia.
Iniciaron con el Dr. Maxwell quien, por lo
visto, había dado una nota, explicando el porqué de la conferencia, el por qué
del regreso y pidiendo a las autoridades una investigación profunda en el caso;
pasaron partes específicas de la conferencia (no había rastro de Charlie o
Matt) y al final dieron un reporte sobre quién era Harry Moore y su
antecedente.
Duró casi quince minutos el material completo
lo que dejó pensando a Charlie en que era uno de los casos más importantes del
momento; se encontraba absorta cuando llegó James y la sacó de su estupor.
—¿Qué ves? —le dijo, tirándose al sofá a su
lado.
Ella parpadeó y lo miró sin comprender. Sacudió
la cabeza, como intentando ahuyentar los pensamientos antes de que le
carcomieran el cerebro por completo, debía enfocarse en el momento.
—Feliz cumpleaños —le dijo sonriendo a James.
Éste le sonrió también y la abrazó
fuerte; ninguno podía creer nada de lo que estaba sucediendo, era un
acoso constante de sus propios cerebros.
Durante la madrugada anterior James había
tenido pesadillas, alrededor de las tres de la mañana se había despertado
bañado en sudor y alarmado; miró a su costado esperando no encontrar a Charlie,
pensando que todo lo sucedido hasta el momento había sido una ilusión de su
mente, pero ella estaba allí mismo.
—Aún tengo empacados todos los regalos que
traje, deberías ayudarme a desempacar y así te entrego el tuyo —comentó Charlie
mirándolo atentamente.
—¿Qué regalos? —preguntó extrañado.
—Se que no compensa el tiempo que nos fuimos,
son unas chucherías para Gabe, David y también para ti, quise hacerlo —se
encogió de hombros ella.
Él le dio un beso en la frente y se pusieron
de pie, Charlie tomó el control remoto del televisor y lo apagó, antes de
seguir a James rumbo a la cocina.
—Traje de todo un poco, ¿cocinamos algo
específico o…?
Charlie revisó las bolsas y sin convencimiento
preguntó si se le antojaba pollo al curry, a lo que James asintió sonriendo.
Luego del almuerzo Charlie estiró a James con
ella escaleras arriba para revisar una de las dos maletas que no había desempacado
hasta el momento; al abrirla comenzó a sacar ropa más que nada, se encontró con
las cajas de maquillaje que había comprado para Gabe y para sí misma y los
zapatos que había comprado para James; en ese momento recordó que el enorme oso
de peluche para David no había viajado con ellos debido al tamaño. Debían pagar
un pasaje extra para que pudieran llevar al oso. En el fondo de la enorme
maleta se topó, al menos, con la pista de carreras armable que logró empacar.
—¿Una pista de carreras y zapatos son mis
regalos? —bromeó James.
Charlie le dio un golpe en el brazo y fue
hasta la otra maleta.
—Los zapatos sí son para ti pero lamento
informarte que la pista de carreras es para el otro hombre de mi vida —sonrió
ella con complicidad.
James explotó en carcajadas y se llevó los
zapatos hasta el borde de la cama, donde fue a probárselos. Unos deportivos
color negro y dos pares de vestir en negro y marrón, los tres le habían quedado
perfectos. Charlie soltó un suspiro de alivio ya que dudaba con respecto a los
calces.
—Bien, por aquí tienen que estar —se peleaba
con grupo de bolsas, las cuales estaban todas etiquetadas con diferentes
nombres. «Gabe casual», «Gabe vestidos», «David casual», «David elegante»…
hasta que encontró la bolsa en perfecto estado que decía «James». Era bastante
larga ya que no quiso doblar algunas prendas y las metió al fondo de aquella
maleta—… voilà.
Con una enorme sonrisa sacó las bolsas
etiquetadas y se las entregó a James.
—La que dice «casual» contiene jeans,
sudaderas y polos —señaló—, y la que dice «elegante» contiene trajes enteros,
dos, para ser precisa —aclaró sonriendo.
James comenzó a reír sin razón, se puso de pie
y con dos zancadas se pegó a Charlie, la tomó de la cintura con ambas manos y
la atrajo mejor hacia sí mientras la besaba. Torpemente ella se dejó llevar ya
que la había tomado por sorpresa, le rodeó el cuello con los brazos y en un
movimiento brusco él la alzó, Charlie envolvió por la cadera a James con sus
piernas y este la llevó a la cama, donde se sentó sin dejar de besarla.
Charlie lo empujó levemente para recostarlo en
la cama. Ninguno cedía ya que había pasado demasiado tiempo desde la última vez
que mantuvieron relaciones, se necesitaban el uno al otro. Metió su mano dentro
de la camiseta de James y éste se levantó levemente para sacársela, estaban
hambrientos por lo que volvieron a besarse con brusquedad. James fue
desprendiendo la camisa que llevaba puesta Charlie, ella cooperó apurando los
botones y dejó que volara la prenda por el aire luego de quitársela. Él la miró
con deseo al ver el sostén negro de encaje que traía puesto; comenzó a besarla
por el cuello lentamente mientras iba bajando por la clavícula…
—Te amo —le susurró ella al oído.
Él se detuvo por un momento, la miró a los
ojos y la volvió a besar en la boca.
•••
Alrededor de las siete de la noche fueron
llegando a la casa de Gabe, tras el cambio repentino de planes luego del
almuerzo Charlie le dio la excusa a James de que necesitaba entregar los
regalos por lo que lo obligó, prácticamente, a ponerse una de sus prendas
nuevas y salir de la casa con ella.
Descendieron del coche con las bolsas y
caminaron rumbo a la entrada; el porche estaba iluminado pero la puerta
principal estaba entreabierta, el pasillo estaba a oscuras al igual que la sala
y la cocina, unos haces de luz provenían de la escalera que iba a las
habitaciones pero más allá de eso, nada. James se alarmó y comenzó a llamar a
su sobrino y su cuñada en voz alta.
Charlie encendió la luz del pasillo y cerró la
puerta tras ella, sigilosamente caminó detrás de James a quien indicó que fuera
a encender la luz de la sala, ella iría a la cocina a hacer lo mismo. Cuando él
apretó el interruptor de la luz Gabe, David y Matt gritaron «¡Sorpresa!» todos
a la vez y Charlie rompió en carcajadas. James se veía sorprendido, pero luego
de soltar un suspiro de alivio sonrió también.
—¿Por esto me obligaste a venir? —Preguntó
dándose la vuelta y mirando a su novia.
Ella se encogió de hombros, la sonrisa no se
le borraba del rostro.
Globos inflados con helio flotaban por el
techo, banderines de colores estaban colgados por las paredes, bocadillos tanto
salados como dulces llenaban la mesa de la sala, había caramelos y otros
entremeses que no venían nada mal. Dos cajas envueltas con papel de regalo
estaban esperando a ser abiertas en el sofá. Charlie entregó los suyos y David
comenzó a gritar cuando tomó en sus brazos el paquete de la pista armable.
—Como le dije a James, sé que no compensa mi
ausencia, pero tampoco quise llegar con las manos vacías —comentó Charlie
apenada.
—No te preocupes —le respondió Gabe. Tomó una
pequeña caja negra rectangular con moño plateado de la mesita de bocadillos
dulces y se lo entregó—. También preparamos algo sencillo para ti, tu
cumpleaños fue no hace mucho y quisimos regalarte algo.
Charlie abrazó a su hermana y guardó el
presente, no iba a abrirlo allí por lo que lo metió en su cartera y fue a
servirse algunos que otros bocadillos. James aceptó las bromas de Matt, los
presentes de Gabe y los abrazos de su sobrino. David era un niño bastante
amoroso que no sabía aún lo que era la maldad; inclusive luego de haber perdido
a su padre y a su tía no comprendía de todo aún al mundo.
Gabe, siempre atenta salió a la calle e invitó
a Jack y a Peter a que pasaran a comer algo a la casa. Ambos se encontraban
fuera hablando entre ellos mientras los demás estaban en la pequeña fiesta,
Jack rechazó pasar pero agregó que podrían comer algo simplemente allí afuera,
Peter agradeció la oferta de igual manera.
—Hace frío y no les voy a traer nada hasta
aquí. Así que o entran o se mueren de hambre —les respondió Gabrielle con deje
de orden.
Desde el nacimiento de David ella se había
tomado bastante en serio el ser madre. Muchas mujeres van aprendiendo a medida
que corren los años y sus hijos se hacen mayores, pero ella no quería aprender
por el camino. Siempre estuvo bastante preparada para cualquier ocasión y su
instinto maternal la ayudó muchísimo. Por eso trataba a todo el mundo como a un
niño, estaba acostumbrada a cuidar a todos. Su trabajo era la única excepción,
aunque le gustaba hacer sentir cómodos a sus compañeros alrededor de ella, era
muy querida en la editorial. Comenzó a caminar hacia el porche, escuchando
pasos por detrás de ella y sonrió con autosuficiencia.
Matt y James recibieron muy bien a los nuevos
invitados, Charlie estaba bailando con David quien reía alegremente; todo iba
en orden, nada podría ser tan malo si se tenían los unos a los otros.
Pero semana después recién comenzaron a sentir
las verdaderas consecuencias de haber regresado a casa.
James había vuelto al trabajo, al igual que
Gabe. Matt cada tanto tenía reuniones con el Dr. Maxwell y Charlie se dedicaba
a las banales tareas domésticas. Se había tomado unos cuántos días para
reorganizar su closet, el cual contenía demasiada ropa vieja. Apartó muchas
prendas suyas para donaciones y otras para Gabe (ya que tenían la misma talla),
finalmente terminó quedándose con lo poco que había comprado de España. Estaba
necesitando abrigos ya que se acercaba una dura temporada, pronosticaban
temperaturas bastante bajas para ese otoño por lo que decidió llamar a Gabe y a
Matt y avisarles que se llevaría a David de compras con ella por la tarde.
Alrededor de las tres Charlie avisó a Jack que
irían primero al instituto de David y luego al centro comercial; como James
utilizaba el auto con el que se manejaban ambos Jack hacía de chofer, de igual
manera tendría que seguirla, por lo que terminaba siendo más práctico si iban
en el mismo vehículo.
David soltó un grito de júbilo cuando vio a
su tía esperándolo al salir de la
escuela, se pegó a ella como un koala a un árbol y no la soltó hasta que
subieron al auto.
—¿Iremos a tu casa, tía? —Preguntó emocionado.
Charlie puso cara dubitativa, luego negó con
la cabeza. La emoción se esfumó del rostro de su sobrino. Intentó no reírse
antes de contarle los planes.
—Iremos al centro comercial a hacer compras y
luego a merendar, ¿te gusta la idea? —preguntó Charlie sonriéndole.
David comenzó a gritar emocionado y a dar
saltitos inclusive estando sentado, le dio un fuerte abrazo a su tía y luego se
quedó quieto con una gran sonrisa en el rostro. Charlie lo adoraba, la
inocencia que abarcaba la niñez era un completo misterio para ella; a quien
desde temprana edad se la habían arrebatado.
Tras media hora de recorrido por las calles
aparcaron en el subsuelo del centro comercial, subieron por el ascensor al
primer piso y comenzaron a recorrer tiendas de ropa tanto infantiles como de
adultos. Charlie amaba hacer compras, siempre que salía para eso terminaba
comprando cosas para todo el mundo, pero se limitó a ella y a David en ese
momento. Se sentía mal consigo misma por cómo lo había tratado durante la
reunión semana atrás; en aquel momento todo en su cabeza era un desastre, por
lo que no quiso arruinarlo con David. James se había encargado bastante bien de
él, pero de igual forma el sentimiento de crueldad que tuvo para con su sobrino
la carcomía, necesitaba rectificarse para su propio bien.
Charlie ya iba cargada con dos bolsas de
zapatos para ella y otras tres de ropa para David luego de dos vueltas enteras
solo por el primer y segundo piso, aún faltaban otros dos y el último en el que
se encontraba el patio de comidas. Le prometió a David que luego de comprarse
ropa para ella lo llevaría a tomar un enorme batido de chocolate, el cual era
la merienda favorita de su sobrino. Él accedió a ello y subieron a la tercera
planta. Jack iba ensimismado en sus pensamientos mientras los seguía sin decir
una sola palabra, para Charlie era como andar sola, ni siquiera sentía su
presencia y le gustaba que fuera así, no interfería con ella para nada.
Había dejado a David con Jack, sentados frente
a una tienda y mientras ella se encontraba dentro del probador cuando de pronto
la alarma contra incendios comenzó a sonar, estaba semi desnuda a punto de
enfundarse unos pantalones que tenían en la vitrina pero el pánico la consumió
por completo. Volvió a vestirse y al salir del probador vio a lo lejos a Jack
correr con David en sus brazos, ridículamente Charlie pensó en sus compras y se
detuvo a buscarlas en la tienda, al encontrarlas salió corriendo tras el rastro
de Jack quien ya iba escaleras abajo rumbo a la salida.
Las personas corrían despavoridas buscando
dónde refugiarse pero lo único que podían hacer era salir a la calle. Ya se
empezaba a oler cosas quemadas, Charlie
echó un rápido vistazo hacia una de las ventanas del corredor y vio que un
denso humo negro se esparcía por el aire. El caos que se generó Charlie no lo
había visto antes, criaturas llorando buscando a sus padres, guardias
socorriendo a personas atrapadas en locales con cierre automático ante
emergencias… Fue egoísta por primera vez en toda su vida y se preocupó por ella
misma, aunque quiso ir a ayudar a toda esa gente. Al salir a la calle tras una
larga corrida desde el tercer piso hasta el primero se encontró con Jack quien
tenía a David en sus brazos, él se estaba sosteniendo muy fuerte y escondía su
pequeño rostro entre el cuello del guardaespaldas, estaban a una cuadra del
centro comercial resguardados tras un auto.
—Discúlpame Charlie, quería asegurarme de
David primero —se excusó rápidamente Jack.
—Que esto quede entre tú y yo, ¿ok? —dijo
ella. Sabía que si alguien se llegaba a enterar de que la había abandonado en
la primera escena de peligro, él estaría despedido y no quería más cambios de
personal en cuanto a su seguridad se refería—. Bien, creo que deberé comprarme
ropa de otro lado —acotó ella cambiando de tema como si no hubiese pasado nada
realmente— y… ¿David? —El pequeño la miro con tristeza—. ¿Quieres ir a casa a
tomar el batido que te prometí?
El pequeño asintió con fuerza y se secó las
pocas lágrimas que habían corrido por su mejilla. Charlie estiró los brazos
para alzarlo pero fue justo en ese momento cuando una explosión de calor
recorrió su brazo derecho. Soltó un grito de dolor y al momento en el que bajó la cabeza se percató
de que había sido víctima de un disparo. Se sintió mareada y cayó sentada al
suelo, se tomó el brazo mientras lo sentía arder. Comenzó a buscar a alguna
persona con un arma por los alrededores pero el caos era total que no se
entendía lo que pasaba, el edificio había empezado a arder en el cuarto piso y
se estaba expandiendo a los demás.
Jack dejó a David en el suelo y lo cubrió con
su cuerpo de quien quiera que sea la persona que estaba disparando. Se sacó la
chaqueta y la presionó contra el brazo de Charlie.
—No te lo saques por nada del mundo —dijo
Jack, quien tomó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón y realizó una
corta llamada pidiendo que pasaran a buscarlos sin dar demasiados detalles.
—¿A quién llamaste? —preguntó Charlie, jadeando.
—Al guardaespaldas del Dr. Maxwell —se
arrodilló ante la chica y agarró la chaqueta—. Déjame que yo presione,
necesitamos ir a un hospital antes de que pierdas demasiada sangre y termines
colapsando.
Charlie más que por ella se encontraba preocupada
por su sobrino quien miraba atentamente lo que sucedía con una clara expresión
de pánico en el rostro. Había sido solo un disparo en el brazo, ni siquiera era
en algún órgano vital. No iba a perder la consciencia tan rápidamente así que
trató de tomarlo con calma, dio varios respiros hondos con los ojos cerrados y
al volver a abrirlos, miró a David.
—Tranquilo, estoy bien —le dijo ella. Estiró
el otro brazo para juguetear con el cabello del niño cuando otra bala le atravesó, esta vez, el pecho a la altura de la clavícula.
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