¿La verdad? Siempre creí que él sería la
última persona en la que me fijaría. Pero el caso es que él es la única persona
que siempre estuvo a mi lado. En todo momento, desde que nos conocimos.
Luego
de diez años de ser amigos nos hicimos novios, hasta ahora. Y espero que
sigamos así, porque si lo pierdo sería un golpe demasiado fuerte, no creo poder
soportarlo.
Recuerdo con claridad el día en que me llamaron a la sala de profesores, yo estaba en el primer año de la secundaria, había obtenido una baja puntuación en el examen de matemáticas y pensé que llamaron a mi madre para hablarle al respecto. Demasiado temerosa fui, pero allí me encontré con él. Un estudiante casi sobresaliente, un año mayor, estaba hablando con el profesor que me mandó a llamar por lo que me coloqué a su lado esperando que se percatara de que había llegado.
Recuerdo con claridad el día en que me llamaron a la sala de profesores, yo estaba en el primer año de la secundaria, había obtenido una baja puntuación en el examen de matemáticas y pensé que llamaron a mi madre para hablarle al respecto. Demasiado temerosa fui, pero allí me encontré con él. Un estudiante casi sobresaliente, un año mayor, estaba hablando con el profesor que me mandó a llamar por lo que me coloqué a su lado esperando que se percatara de que había llegado.
—¿Estás
aquí? —Me dijo el profesor—. Te presento a Matthew, él será tu tutor de
matemáticas por lo que resta del semestre, necesita hacer algo de servicio
social y pensé que sería una buena idea si te ayuda con eso.
Miré
a Matthew de manera poco convincente. Él soltó un suspiro de frustración y
asintió con la cabeza. Me preguntaba qué habrá hecho un chico como él para
ganarse de castigo el servicio social.
Asentí
simplemente con la cabeza y quedé expectante a que el profesor me dé más
indicaciones o haga más comentarios.
—Ella
es Abby, sé que podrás ayudarla porque tienes muy buenas técnicas de estudio.
Si ella no obtiene el promedio medio en este semestre, recuerda que tú no
obtendrás tu carta de recomendación, así que háganlo bien juntos y ayúdense
mutuamente —sentenció.
Obviamente
yo no sabía de qué carta de recomendación hablaban en ese entonces, pero dos
años más tarde lo entendí todo a la perfección.
Desde
aquel entonces empezamos a convivir juntos, prácticamente. Para estudiar como
se debía era necesario encontrarnos luego de las clases, por lo que yo iba a su
casa o él iba a la mía. Al inicio todo fue complicado, pero una vez que le tomé
confianza y entendía lo que me explicaba… no quise dejarlo más. Nos hicimos muy
buenos amigos. Como iba y venía de una casa a otra conocí a su familia y él
conoció a mi madre, que era la única familia que yo tenía. Mi padre había fallecido
cuando era pequeña, mis abuelos paternos murieron poco después y ni siquiera
llegué a conocer a mis abuelos maternos porque fallecieron cuando mi madre era
joven. Solo estábamos ella y yo para sostenernos la una a la otra. Por
parte de Matthew… él tenía a una hermana enferma y a su madre, quien se pasaba
todo el día fuera de casa trabajando para pagar la matrícula de Matt y los
exámenes médicos de Zoey. Su hermana fue su única y suficiente motivación para
estudiar mucho, desde pequeño, y convertirse en médico, según me había contado.
Quería curar a su hermana y hacer que viva una vida normal ya que
constantemente iba y venía del hospital, cosa que no era nada normal.
Actualmente
se encontraba en su último año de residencia. Si todo iba bien, el año que
viene se convertiría en un doctor con todas las letras, pero ahora mismo ya era
bastante renombrado por tener habilidades increíbles en su rama. Cirugía
general.
Hace
no mucho tiempo, en su quinto año de universidad, lo había visto derrumbarse
por completo. Temí por él, vivió un tiempo difícil por una chica que lo había
abandonado. No pude creer cuando le sucedió eso, estaba en el climax de su
carrera y si no hubiera estado yo allí, el no estaría aquí ahora mismo. Al
terminar su carrera e iniciar su residencia me había dicho que luego de mucho
analizarlo estaba dispuesto a intentar algo conmigo. Recuerdo que me había
tomado por sorpresa porque la verdad no lo esperaba. Yo siempre lo quise pero
cuando inició su relación con aquella chica me di por vencida, pensé que sería
mi fin. Luego de terminar con ella dijo que no quería volver a enamorarse, por
lo que no quise abrumarlo con mis estupideces. Pero un día llegó a mi casa bien
arreglado, me dijo que me alistara porque saldríamos a comer.
Era
normal que él y yo saliéramos a comer por lo que no le presté demasiada
atención y simplemente fui detrás de él. Pero actuaba de manera diferente era
como si estuviera a punto de decirme que se iría a algún lugar para no volver.
Terminamos en un restaurant al que nunca fuimos y allí me habló de nuestros
recuerdos…
—¿Alguna vez quisiste alejarte de mí durante estos diez años? —me
preguntó.
Lo miré extrañada.
Lo miré extrañada.
—Matt,
¿de qué hablas? ¿Has tomado?
—Respóndeme,
quiero decirte algo importante pero quiero primero que digas si lo quisiste o
no —dijo, serio.
Yo
ladeé la cabeza y lo miré fijamente. Sus rasgos eran hermosos en ese momento,
su cabello marrón estaba bien peinado, no desprolijo como lo lleva ahora que es
un residente. Sus ojos brillaban, era un brillo especial del cual no me había
percatado. Su tez olivácea era perfecta. Recordaba todos los momentos en los
que acaricié su mejilla de distintas formas. Un día cuando me dijo que estaba
gorda le di un puñetazo a la cara. Creo que se lo esperaba, pero me lo dijo con
sinceridad por lo que lo llevé a mi casa y le puse rápidamente una crema
cicatrizante para que no le quede el moretón, pero fue inútil. Me sentí
bastante mal por ello. Y cómo olvidar cuando se largó a llorar sobre mi hombro,
le sequé las lágrimas y le dije que la vida no se terminaba por una persona,
pero creo que si me dijeran eso en el caso de que Matt terminara conmigo le
rompería la cara a la persona que me lo diga. Ahora lo comprendo, porque de
verdad lo amo. Lo único que yo había logrado en ese momento fue que llorara
más. Me había quedado a dormir con él para cuidarlo, no podría haberlo dejado
así sin más. Desde que él había dejado el colegio su madre empezó a preocuparse
menos por él, por lo que yo lo ayudaba en lo que pudiera o necesitara. Nunca se
me ocurrió abandonarlo. Jamás. Ni siquiera cuando se puso de novio. Por lo que
eso fue lo que le respondí.
—No
—respondí, negando con la cabeza. Sus ojos brillaron aún más. Se le notaba
ansioso—. Ni siquiera cuando te pusiste de novio me creí capaz de alejarme de ti.
Aunque no te voy a negar que me puso feliz… —dudé ante la mentira, no estuve
para nada feliz, pero lo simulé— el hecho de que te consigas alguien con quién
estar.
Ni
en veinte años me imaginé jamás que ese día terminaría de la forma en la que
terminó.
—Eres
la única persona que me conoce y me acepta tal como soy —agregué—, ¿cómo
quieres que me vaya y encuentre a alguien como tú? —le pregunté soltando una
carcajada leve.
Él
sonrió y repitió lo que había dicho primero.
—Eres
la única persona que me conoce y me acepta como soy, en diez años —dijo.
—Matt,
¿qué te sucede? —lo miré curiosa.
—Simplemente
hice un análisis completo de mi vida —empezó diciendo—. Y llegué a la
conclusión de que eres perfecta para vivir conmigo.
—Matt,
vivo prácticamente contigo —volví a reír.
—Quiero
que seas mi novia —me dijo sacando de un bolsillo una cajita cuadrada. Al
abrirla había un anillo sencillo, creo que era de oro blanco con una pequeña
incrustación azul.
Él
amaba el azul.
Me
había quedado congelada en ese mismo instante. No era una broma y no iba a
hacerme de la simpática preguntándole si lo era.
—Abby…
—Matt…
¿sabes desde cuándo te amo?
Creo
que en ese momento fui yo la que lo descolocó. Lo amaba desde que me di cuenta
de que no lo tendría más a mi lado en el colegio.
El
restaurante en el que estábamos tenía una increíble vista al océano. Llamé al
mozo y le pedí la cuenta. Matt se había quedado en silencio, mirando y
jugueteando con el anillo. Luego de pagar me levanté de la silla y le tomé de
la mano para llevarlo conmigo. Quería acercarme al agua. Escuchar el sonido de
las olas…
Fuimos
caminando, tomados de la mano hasta la playa, en donde me saqué mis deportivas
y las dejé a un lado. Alcé mis jeans hasta mis pantorrillas y me acerqué al
agua. Matt hizo lo mismo y se acercó a mí. No nos habíamos dicho nada más. No
hacían falta palabras porque sabíamos lo que sentíamos el uno hacia el otro.
Por fin le había confesado que lo quería.
Me
tomó de la mano y me estiró hacia él. Frente a frente.
Era
al menos unos diez centímetros más alto que yo, por lo que tenía que subir un
poco la vista para mirarlo bien y él tenía que bajar la cabeza. Con la mano
libre le acaricié la mejilla. Hacía mucho tiempo no lo tocaba delicadamente.
Uno
de sus días libres de la facultad había llegado a casa como si nada. Con una
pila enorme de libros y una bolsa con compras del super. En mi casa por lo
general me encontraba solamente yo, de forma que si llegaba con sus libros,
significaba que quería estudiar tranquilo. No es que en su casa no pudiera,
pero amaba hablar largos ratos con su hermana y eso no lo dejaba estudiar. No
le había dicho nada. Lo dejé pasar y me puse a cocinar mientras que él se
acomodaba en el escritorio de la sala, lo alimenté y me dediqué la tarde entera
a leer un libro. Alrededor de las nueve de la noche terminé el libro y fui
hasta él para preguntarle si no tenía hambre. Pero me lo encontré durmiendo
sobre dos libros. No quise molestarlo porque se veía hermoso durmiendo. Acerqué
una silla hasta él y me senté a su lado a verlo dormir. Su piel me volvía loca,
era hermoso. Le acaricié la mejilla suavemente y cuando me di cuenta de que se
estaba despertando tomé sus hojas sueltas desperdigadas por el escritorio y
comencé a ordenarlas.
Lo
miré como si nada cuando empezó a abrir los ojos, al darse cuenta de que estaba
allí se acomodó sobre mi hombro.
—¿Qué
hora es? —me preguntó.
—Casi
las diez —le respondí.
—Tengo
guardia a la media noche. Zoey no quiere quedarse sola.
—¿Quieres
que te haga de almohada hasta las once treinta de la noche? —le pregunté
sonriendo.
—¿Podrás?
—se había acomodado mejor en mi hombro.
—El
sofá creo que sí, yo, lo dudo mucho.
Abrió
los ojos y se levantó del escritorio, fue dando tumbos hasta llegar al sofá en
el que se quedó dormido nada más con tocarlo.
Hora
y media después lo desperté para que vuelva a su casa. Pero él no quería
levantarse. Lo tomé del brazo y amenacé con echarlo.
—Ya,
suficiente. Levántate —estiré de su brazo para echarlo pero me estiró hacia él,
y me tumbó a su lado en el sofá. Me abrazó fuerte y ahí me dejó, sin decirme
nada más.
—Matt
—dije suavemente. Estaba pegada a su pecho. Escuchaba el latir de su corazón y
era muy tranquilizante.
De
pronto su teléfono comenzó a sonar y eso lo sacó de su ensoñación.
—¡Quién
demonios me obligó a estudiar esto! —exclamó levantándose y recogiendo sus
cosas lo más rápido que podía.
Me
levanté detrás de él y fui a abrirle la puerta ya que estaba como alma que
lleva el diablo. Cuando se acercaba a la puerta se detuvo para darme un beso en
la frente y agitó la mano a modo de despedida.
—Gracias
por dejarme estar aquí ¡te amo! —dijo como si nada, y salió corriendo.
En
aquel entonces fue un puñetazo en la cara.
Pero
cuando lo tuve conmigo, frente a mí, en la playa… la felicidad invadió mi
cuerpo por completo.
Me
había dado un beso en la frente, pero esta vez muy suave y delicadamente. Cerré
mis ojos y sentí todo el amor que expresaba ese gesto. Me tomó de la barbilla
luego de separarse de mí y yo tomé su rostro entre mis manos. Sus ojos
brillaban. Él no tenía idea de lo agradecida que estaba. Acaricié cada parte de
su rostro, milímetro a milímetro, él sonreía al igual que yo. Mi corazón se
agitaba, latía tan rápido que tenía miedo de que saliera de mi pecho. Llevé mis
manos hasta su cuello y entrelacé los dedos en su nuca, lo estiré hacia mí
hasta que su nariz tocó la mía.
—¿Desde
que me conociste? —Me preguntó sonriendo.
—No
—le respondí—, pero más o menos.
Y
simplemente me besó.
Primero
suavemente, luego lo intensificó. Fue como si hubiera estado mucho tiempo
deshidratada y por fin me dieran agua para beber, era como una necesidad
tenerlo a mi lado. Me apretó a él y me alzó sobre sus pies, él también me
necesitaba y eso me hizo feliz.
0 comentarios:
Publicar un comentario