Aquella
noche de camping había sido extremadamente sencilla, pero hermosa. Recuerdo que
era hora de dormir pero no podíamos, ninguno de los dos. ¿No era nuestro lugar?
No sé, pero fue divertida la forma en que creamos una situación y divagamos por
un largo rato, hasta que me propusiste algo.
—¿Quieres
escucharme cantar? —habías preguntado.
Yo,
bastante emocionada accedí a ello. Amaba tu voz, así que no me opondría por más
de que me amenazaran a muerte.
La
música, una de las cosas más hermosas que existe en el mundo, jamás me negaría
a ella y menos si proviene de ti.
Cantaste
una de tus baladas favoritas y fue bonito verte hacerlo. Sonreí como idiota
mientras escuchaba tu voz. Era como transportarse a otra dimensión; como si
solo existiéramos tú y yo en el mundo.
Al
terminar la canción yo me encontraba dormitando. Escuché tu leve risa, antes de
que te pongas espaldas a mí. Podía sentir el calor de tu cuerpo a través de las
mantas. Necesitaba hacer algo, pero no podía, no me atrevía. Abrí los ojos y
bufé algo frustrada por un momento.
—¿Sucede
algo? —preguntaste preocupado. Yo negué con la cabeza e inventé una mitad
excusa, mitad verdad, para cometer mi hecho.
—Necesito
la almohada a la que suelo abrazar para dormir tranquila —fue lo que dije.
No era
una excusa del todo, solía dormir con una almohada en mis brazos, pero en ese
momento no era lo que necesitaba. Quería abrazarte. Necesitaba sentir tu cuerpo
pegado al mío. Era lo más que podía acercarme a ti.
—¿Quieres
abrazarme? Digo… —agregaste rápidamente— ya que no tienes tu almohada aquí
contigo.
Tu
pregunta me tomó por sorpresa, por lo que me sonrojé, no sabía cómo actuar ante
tanta inocencia. ¿Por qué hiciste eso? Cada vez que lo recuerdo una sonrisa
surca mi rostro, como ahora. Fue algo infantil, por parte de ambos, actuar de
esa forma; pero lo quería.
Lentamente
pasé mi brazo alrededor de tu cintura, tú te apegaste más a mí y pusiste tu
mano sobre la mía. Mi corazón palpitó a mil y tuve miedo de que lo sintieras,
no tendría explicación si lo notabas.
Aquella
noche fue única.
No
recuerdo cómo desperté o si alguno de nuestros compañeros de la universidad nos
habrán escuchado. Solo recuerdo tu voz, tu sonrisa y tu hermoso rostro, dándome
la calidez que nunca, antes de conocerte, había sentido.
0 comentarios:
Publicar un comentario