Varias patrulleras habían sido
llamadas a una persecución que se estaba dando en una de las principales calles
de Los Angeles. Dos tipos habían asaltado uno de los principales bancos de la
ciudad. Sí, solamente dos tipos lograron intimidar a más de ciento cincuenta
personas que se encontraban en el lugar en ese momento. Últimamente estos dos
chicos estaban causando muchos estragos en el caótico día a día de la ciudad,
nunca lograban atraparlos. ¿Quiénes era? Nadie lo sabía, y eso era de lo que
ellos se aprovechaban a diario.
—¡Acelera, acelera! —Gritaba uno de ellos al que conducía el auto.
El
Audi R8 negro avanzaba cada vez más rápido por la autopista, mientras que al
menos unas tres patrullas iban detrás de él. En una maniobra inesperada, el
conductor del Audi lo metió en una cochera bien camuflajeada; ni bien
detuvieron el auto, la compuerta se había cerrado. Escucharon cómo los coches
patrullas pasaban de largo el escondite para poder respirar con tranquilidad y
salir del auto.
—Perfecto,
como siempre, Hyuk —dijo uno al otro, tomándole la cabeza entre las manos y
dándole un beso en la frente, emocionado por el atraco realizado.
—¿Cuántas
veces te he dicho que dejes de hacer eso? —Explotó Hyuk, apartándolo de un
manotazo.
—Idiota.
Empezaron a cambiarse de ropa, de
vestir buzos y sudaderas, pasaron a vestir elegantes smokings que cambiaban sus
aspectos por completo. Luego cambiaron el color del auto sacando la pintura
plástica que llevaba encima. De negro pasó a su color original, blanco.
Quemaron sus ropas y la pintura plástica en un basurero que se encontraba por
ahí, antes de subir de nuevo al coche y ponerlo en marcha. Salieron del garaje en el que se habían metido
y mientras Hyuk conducía rumbo al departamento que compartían, el otro
manoseaba los fajos de billetes que habían conseguido.
—Perdón por gritarte, estaba
nervioso. —Hyuk ni siquiera le dirigió una mirada al hablarle a su amigo, se
concentró solo en el trayecto—. Hae, con este dinero podremos hacer lo que siempre
quisimos. Lo sabes, ¿verdad?
Hae ni siquiera lo estaba
escuchando, estaba tan absorto con la cantidad de dinero que había robado que
ni siquiera podía pensar con claridad. Sus desorbitados ojos solamente veían
dinero y más dinero. Por un momento hasta se había olvidado de dónde se
encontraba.
—Hae, ¿me escuchas? —Seguía
hablando Hyuk.
—Mi mente no puede formular una
simple oración coherente aparte de esta. Lo único en lo que pienso es en todo
lo que puedo hacer con este dinero —balbuceaba en un estado de desconcierto.
Hyuk detuvo el auto a un costado
de la calle para luego descender de él y dirigirse hacia la puerta del
copiloto.
—Bájate —ordenó.
—Pero…
—Tú conduces ahora —dijo sin
ánimos.
De inmediato comprendió la situación.
Hyuk odiaba cuando Hae solo pensaba en él mismo y, en ese momento, lo había
hecho.
Sin bajarse del auto, pasó por
encima de la palanca de cambios y se sentó en el asiento conductor. Hyuk subió
al asiento del copiloto mientras su amigo encendía el motor para ponerlo en
marcha de nuevo.
Después de unos veinte minutos,
por fin habían llegado al departamento. Metieron el auto en la cochera y se
bajaron de él, cargando los bolsos con todo el dinero que robaron. Subieron las
escaleras hasta llegar a la puerta del departamento que los albergaba a diario,
desde su llegada a Estados Unidos.
—¿Alguna vez dos asiáticos
causaron tanto alboroto como nosotros?
—Preguntó Hyuk. Su ánimo parecía haber dado un giro de 180º, ahora estaba
animado.
—Eres bipolar, ¿lo sabías?
—respondió Hae de mal humor. Tiró los bolsos, que había estado cargando, en la
mesa y fue a encerrarse en su habitación.
—¡A veces eres muy susceptible! ¿Lo sabías? —exclamó Hyuk.
Mientras éste último se quedó
contando el dinero conseguido, Hae se dio una ducha. Terminado esto y ya
vestido, llamó a su madre, que estaba en Corea del Sur.
—¿Hola? —respondieron del otro
lado.
—Omma… —susurró Hae.
—¡Donghae! —Exclamó su
madre del otro lado—. ¿Cómo estás?
—Bien, como siempre,
trabajando.
—Que bueno, ¿cómo está Hyukjae?
—Eish, él está bien —soltó un
bufido.
—¿Sucede algo? —Preguntó su
madre notando el tono de voz.
—No, no te preocupes. Llamaba
para decirte que pronto volveré a casa —comentó sin sentimiento.
—¿De verdad?
Cinco años atrás estos chicos
habían dejado todo lo que tenían para viajar a descubrir el mundo. Abandonaron
su familia y su hogar, y se dirigieron rumbo a un país del cual apenas conocían
el idioma. En un principio eran buenos ciudadanos, hasta que conocieron a un gánster
que los había metido en el mundo al que ahora pertenecían.
—Sí —respondió al cabo—, debo
cortar. Te marco de nuevo mañana.
—Está bien, te amo, hijo.
—Yo también, adiós.
De repente empezó a sentir
frustración. No sabía qué le pasaba. Necesitaba gritar o golpear a alguien,
hace mucho que no utilizaban la violencia en sus asaltos y necesitaba hacerlo.
—¡Donghae! —exclamó Hyuk
desde el comedor, en el que seguía contando el dinero. Ahora era él el que
estaba absorto por la cantidad conseguida; ninguno pensó que este sería el
atraco de sus vidas. Nunca habían hecho semejante cosa, hasta ese momento.
—¿Qué quieres? —Preguntó Hae,
de mala gana, apareciendo frente a Hyuk.
—Tenemos dinero suficiente como
para volver a casa y vivir bien por unos años. ¿Para cuándo reservo los
pasajes?
Hae miró a su alrededor por un
momento y luego rodó los ojos.
—Ah, era eso —dijo. Dio media
vuelta, dirigiéndose hacia la puerta principal—. Resérvalos para cuando
quieras.
—¿Vas a alguna parte? —Hyuk se
puso de pie.
—Necesito aclarar algunas cosas
en mi mente. Vuelvo luego. —Abrió la puerta y salió, cerrándola con un fuerte
golpe tras él.
—¿Qué demonios…?
El sol se estaba ocultando por
detrás de los edificios de la gran ciudad, los centros nocturnos se estaba
preparando para dar alojamiento a todas esas personas que a diario querían
divertirse sin importar qué.
—Cariño, ¿necesitas compañía?
—Una mujer había tomado del brazo a Hae y estaba caminando a su lado como si
nada.
—Puedo asegurarte que mi
compañía, por más mala que sea, está en camino. Gracias —respondió amablemente.
Ya estaba acostumbrado a ese tipo de personas, así que sabía cómo tratarlas.
La mujer lo dejó como si nada,
a ninguno de los dos le importó por lo que lo dejaron pasar. Un trote lento
pero seguro se escuchó por detrás de él. Sabía que era su compañía, lo había
encontrado.
—¿Qué demonios sucede hoy
contigo? —preguntó con tranquilidad Hyuk, agarrándolo del brazo y poniéndose
frente a él para mirarlo fijamente.
Hae seguía serio, lo miró a los
ojos pero no respondió. Se deshizo del agarre y siguió caminando sin rumbo con
sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Necesito pensar —fue todo lo
que dijo.
Siguió caminando con Hyuk
detrás de él, cuidando cada paso que daba. Ninguno suponía siquiera lo que
estaba sucediendo así que no dijeron palabra alguna por un buen rato. Pasaron por
lugares en los que podían haberse detenido a hablar, pero ninguno detuvo el
paso. Hyuk empezaba a ponerse nervioso y ansioso por la actitud de Hae,
mientras éste seguía sin aclarar su mente.
—¿Recuerdas la navidad pasada?
—preguntó Donghae.
—¿Qué sucede con la navidad
pasada? —dijo Hyukjae sin entender.
—Me preguntaste si era feliz.
Hyuk detuvo su paso por unos
segundos, miró al suelo y luego miró al frente. Cuando se dio cuenta de que Hae
no se detuvo como él, trotó de nuevo para alcanzarlo.
—Sí lo recuerdo —respondió al
llegar a su lado.
—Mi respuesta tenía algo
implícito —confesó Donghae.
—¿A qué te refieres? —Inquirió
Hyuk confundido.
—Te respondí que sí, pero es
solo porque estoy contigo. —Donghae se detuvo y dio media vuelta para mirar a
Hyuk—. Si tú no hubieras estado conmigo en muchos momentos no sé qué hubiera
sido de mi vida.
—Hae, ¿qué estás queriendo
decir?
—Me creerás loco, pero te amo.
—Esperó a que Hyuk diga algo, pero como no lo hizo siguió hablando—. No me
importa si esto está mal o si creen que es una locura; es lo que siento y no
quiero esconderlo. Aprendí a quererte. Fuiste la única persona que siempre
estuvo a mi lado. Desde que nos conocimos nunca me dejaste cuando más te
necesitaba, fuiste el primero que vino a mí cuando murió mi padre, me diste
fuerzas, me apoyaste, me dijiste que todo estaría bien. Me llevaste a los
lugares que siempre quise conocer. París, Londres, Tokio… ¿qué hubieran sido
esos lugares si no hubieras estado conmigo? ¿Nunca te diste cuenta? Lo mío
hacia ti no es simple amistad, es amor.
Hyuk estaba petrificado. Su
mejor amigo de toda la vida se había confesado a él así nada más. No sabía qué
pensar, qué decir o cómo actuar. Simplemente quedó allí mirando a los ojos al
chico que le había dicho de sus sentimientos hacia él en las calles de Los
Angeles. Cerró los ojos por un momento, tratando de asimilar todo lo que escuchó,
pero al abrirlos, Hae ya no estaba frente a sus ojos, sino que se dirigió hacia
el bordillo de la acera y, sin darse cuenta de que un auto se acercaba a toda
velocidad hacia el lugar, cruzó la calle. Ante sus ojos se encontraba la única
persona que en su vida se dignó en hacer lo que Hae hizo, confesar su amor
abiertamente, frente a tanta gente a su alrededor. No podía dejarlo así como
así.
Corrió hacia la calle y cuando
estaba por alcanzar a Donghae, otro auto se adelantó por la dirección contraria,
atropellándolo y tirándolo a varios metros de distancia. Todo se volvió negro a
su alrededor.
Al escuchar el impacto Donghae
giró de inmediato. Detrás de él no encontró nada raro, pero a unos metros vio
el cuerpo de Hyuk tendido en el asfalto. Toda su vida a lado de Hyuk pasó
frente a él de pronto; los momentos felices, los tristes, los asaltos, los
robos, los escapes… todo aquello que había vivido con él se volvió borroso y lo
único nítido era el cuerpo tendido. Corrió hacia él y se tiró al piso, alado de
su amigo.
—Hyuk, Hyuk… ¡Hyukjae!
¡Eunhyuk! —Gritaba todos los nombres y apodos con los que lo conocía,
hace mucho no lo llamaba Eunhyuk y necesitaba hacerlo reaccionar. Lo zarandeaba
con fuerza. La sangre empapó sus manos cuando tocó su cabeza—. Despierta, por
favor. ¡Por favor! —Las lágrimas empapaban su visión, se las secaba cada
vez que todo se volvía borroso. Empezó a sollozar—. Te necesito, no puedo
aceptar que mueras, ¿qué haré sin ti? ¡Una ambulancia! —Gritó de repente
sobresaltando a todos los espectadores morbosos que estaban alrededor de
ambos—. ¡Una ambulancia, por favor! ¡Que alguien me ayude! —La
desesperación se apoderó por completo, no sabía qué hacer.
A lo lejos se escucharon las
sirenas de una ambulancia, pero todo parecía confuso. Donghae seguía gritando sobre
el cuerpo de Hyuk, nadie hacía nada por ayudarlo, todos esperaban la ambulancia.
En un momento dado Donghae se
puso de pie y sin saber adónde ir empezó a correr, corrió como si la vida se le
fuera en ello y de hecho estaba a punto de suceder eso, porque sin darse
cuenta, se detuvo en medio de la calle paralela, por la que seguían circulando
vehículos, y otro coche lo atropelló a él, haciendo que sintiera un calor
increíble por todo el cuerpo para luego dejarlo sin vida.
En un momento
dado Donghae se puso de pie y sin saber adónde ir empezó a correr, corrió como
si la vida se le fuera en ello y de hecho estaba a punto de suceder eso, porque
sin darse cuenta, se detuvo en medio de la calle paralela, por la que seguían
circulando vehículos, y otro coche lo atropelló a él, haciendo que sintiera un
calor increíble por todo el cuerpo para luego dejarlo sin vida.
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