Küss Mich - (One Shoot)

Caminaba llorando bajo la lluvia, completamente empapada Ya no me importaba nada, morirme sería la mejor opción en este momento, típico ¿no? Siempre pensé que eso pasaba sólo en libros, películas o novelas; pero veo que la vida real es peor que la ficción. Lo amé, y lo peor de todo es que fui yo quien terminó perdiendo. Me dolió mucho, quizás demasiado como para afectar y marcar mi vida. Aún tenía en mi memoria aquella vez, aquella noche.





Entré a su departamento lentamente para darle una sorpresa, ignorando por completo que la sorpresa me la llevaría yo. Escuché gemidos a los lejos, pero creí que por la hora debía estar durmiendo y teniendo solo un mal sueño. Me acerqué a la puerta de su habitación y lo vi con una mujer rubia en la cama teniendo relaciones. Se tocaban asquerosamente. Las lágrimas empezaron a correr por mi mejilla sin ningún reparo, no podía hablar, el nudo que tenía en la garganta impedía que articulara alguna palabra.


— Matthew – Sollocé en un hilo de voz casi inaudible, cuando pude recuperar la voz. En un momento, abrió los ojos y me vio. Fue ahí cuando la reconocí sin pestañear. Me miró con una cara asustada, alegre y…
— Mi… ¡Michelle! – Exclamó para que Matthew se diera cuenta de mi presencia.
— No te preocupes en darme explicaciones, ahora se que tipo de mujer eres, Ivonne.





Mi mejor amiga de toda la vida engañándome con mi novio, eran las dos únicas personas en las que verdaderamente confiaba. No sé en qué momento pasó, pero me decepcionaron, y ahora ya no me importaba nada.


Seguía caminando bajo la lluvia. Me moría de frío pero no me importaba, la carretera estaba demasiado solitaria como para tirarme frente a un auto y acabar con todo esto. ¿Por qué siempre todo lo malo me sucede a mí? Primero, mi madre falleció de pequeña, era hija única y mi padre vivía en su trabajo. Segundo, cuando cumplí los diecisiete, a mi padre se le da por suicidarse. ¿Acaso no pensaban en mí? Y para colmo tuve que vivir sola hasta cumplir los dieciocho años y hacer de mi vida lo que quería. Incluso suicidarme, como ahora. 
Luego en aquella fiesta de egresados, dos meses después de quedarme sola lo conocí a él. Acompañaba a Isabella, mi compañera. Era su hermano, esa tez blanca y ese cabello negro, junto con sus hermosos ojos color azules que combinaban a la perfección con la decoración de lugar, y esa hermosa sonrisa junto con esos labios carnosos que desde que los vi, quise probar, saborearlos entre los míos, fue eso lo que me enamoró de él.


Pero ahora todo mi mundo, todo lo que habíamos construido en un año se desmoronó en unos segundos. De seguro estaría buscándome justo en este momento, pero ya no me importaba. Lo amo, si. Pero la humillación que sentí fue tanta, así como el simple hecho de que otras chicas lo acosaran me ponía furiosa.


A lo lejos vi un auto aproximarse a toda velocidad, creí que cuando se acercara más sería la ocasión perfecta para acabar con todo esto. Tenía la cabeza gacha, pero era sólo para que no se dieran cuenta de nada. Faltando unos escasos metros me abalancé sobre la ruta, cerré mis ojos y sólo esperé el golpe que me llevase junto a mis padres, el golpe que me regresara a la vida. Aquel con el que volvería a ser feliz, y ya no me haría sufrir.


Escuché el chirriar de las llantas por el pavimento y luego sentí un leve empujón. Retrocedí un paso para no caer y abrí los ojos. Aquel flamante auto plateado estaba justo en frete mío. En un principio me asustó pero luego caí en la realidad de que estaba viva. Un chico, de no más de veinte años, se bajó de aquel auto a toda prisa y se acercó a mí.


— Perdóname, venía hablando por teléfono con mi hermano y no me di cuenta que estabas cruzando. Perdóname, enserio, ¿te encuentras bien? – Habló a toda prisa, no llegué a entenderlo excepto cuando me preguntó cómo me encontraba.
— ¿Qué? – pregunté sin entender. – Oh, si. Estoy bien… lastimosamente – susurré por lo bajo.
— ¿Como dices?
— Nada, nada – me apresuré a decir – No te preocupes. Sigue tu camino que yo seguiré intentándolo.
— ¿Intentar que? – inquirió, con el semblante confundido.
— Nada, nada. Gracias por detenerte – solté con sarcasmo, un sarcasmo que sólo yo entendía.


Me corrí del frente del auto, y empecé a caminar. Maldita sea, ¿¡Por que se tuvo que detener!? Pensaba mientras me alejaba.


— Te invito a tomar un café. Te debes estar congelando. – lo escuché hablar desde lejos.
— No gracias – giré mi rostro al responderle, para no parecer descortés, y lo vi acercarse a mi.
— Vamos – me tomó del brazo para detenerme – Soy Bill Kaulitz – dijo extendiendo su mano con una hermosa sonrisa en el rostro.
— Michelle, Michelle Neumann – Sonreí algo apenada.
— Listo, ya logré sacarte una sonrisa. Ahora no me costará nada convencerte. ¿Vamos?


No tenía mucho que hacer, así que no habría problema en aceptar su invitación. Asentí con la cabeza e ingresé a su auto. 
Hablamos todo el camino. Sin conocerlo me abrí con él y le conté lo que me había pasado, incluso le confesé que intenté matarme pero él se detuvo, me sentí realmente apenada al confesarle eso.


— Tranquila, conmigo a tu lado no te pasará nada – esbozó una sonrisa cálida, y me dedicó una mirada.


Esas palabras se incrustaron de la forma en mi mente que me dieron ganas de abrazarlo y llorar en su pecho, pero me tranquilicé, tragué saliva, e intenté pensar en otra cosa. 
Me llevó a un café nocturno, muy discreto por cierto, y me contó sobre su vida. Tenía una banda en el que él era el vocalista, su hermano gemelo tocaba la guitarra y sus dos mejores amigos se encargaban del bajo y la batería. Tenía veintiún años, e increíblemente yo debería estar muy desactualizada del mundo para no haber escuchado de su famosa banda, según me contó.


¬— Te juro que nunca escuché hablar de ustedes.
— Es increíble – rió casi a carcajadas – Pero después de todo termina siendo bueno cuando no nos conocen tanto ya que en algunos lugares podemos salir a divertirnos con libertad.
— Siempre es bueno divertirse con libertad – Le sonreí.


Seguimos hablando por unos minutos más, la plática con él era muy amena, me era muy fácil contarle mis cosas, y al parecer a él le pasaba lo mismo conmigo. Se hacía cada vez más tarde, y ya era hora de que regresara a mi departamento, a mi vida habitual.


— No te vayas… – Me tomó de la mano delicadamente cuando iba a pararme.


Un brillo especial en sus ojos me hipnotizó por completo de modo que apreté con delicadeza su mano y me senté de nuevo, incapaz de darle si quiera la contraria.


— ¿Por qué? – Inquirí mirándolo fijo.
— Es que me agradas mucho, y me gusta tu compañía. Como te dije, estoy solo aquí en París ya que mi hermano y mis amigos están en Alemania y… – dudó por un momento – Ven conmigo esta noche.
— Gracias Bill, tu también me caes muy bien pero… no puedo.


Algo dentro de mí me decía que vaya, que no me pasaría jamás nada malo a su lado, pero mi conciencia me decía que no podía ir con él por que yo tenía mi vida. Y él la suya.


— Por favor. – rogó parándose de la mesa y acercándose a mi.


Dejó dinero sobre la mesa y luego salí tras él tomada de su mano, me sentía volar. Sus manos eran increíblemente suaves y nada más el roce hacía que quiera tocar su rostro, su cuello y el resto de su cuerpo para saber si su piel era definitivamente tan perfecta como lo eran sus manos.


Afuera seguía lloviendo pero sentía como si nadie más que él y yo existiéramos en ese instante. No se qué me pasaba, pero mi corazón latía más rápido de lo normal.


— Bill, espera – dije parando en medio de la lluvia. Él se detuvo y me miró a los ojos. Se acercó a mí sin soltarme la mano y quedó mirándome por algunos segundos.


— ¿Qué sucede? – Inquirió. – Nos estamos mojando – dijo riendo divertido. Yo reí por un momento, algo que no hacía hace mucho, y luego lo abracé muy fuerte, él correspondió a mi abrazo y luego me separé.


— Cambiaste mi noche, algo que nadie nunca lo hizo. Y sólo tengo una manera de agradecértelo.


Acerqué mi rostro dubitativo al de él y lo besé como jamás besé a otra persona. Era sorprendentemente increíble lo delicado que eran sus labios al besar. Rodeé su cuello con mis brazos y lo atraje más hacia mí. No podía dejar de besarlo, era un contraste perfecto el sabor de sus labios junto con las frías gotas de agua que caían exageradamente.


— Gracias por todo – Le sonreí después de separarnos.


Me alejé corriendo de aquel lugar, me había enamorado en tan sólo unas horas y dejé escapar la oportunidad de volver a amar. No quería sufrir. Él debía volver a su país y yo debía quedarme aquí. Sin la oportunidad de volverlo a encontrar…


Me dirigí a mi departamento y lo primero que hice fue meterme a la ducha, aún podía sentir sus labios sobre los míos. Ese sabor único no dejaba de recorrer mi mente, su aroma conjugado con la lluvia, con las gotas de agua que recorrían nuestros cuerpos mientras nos besábamos. Después de más o menos 10 a 15 minutos salí del baño y me dirigí al closet a buscar mi pijama para ponerme.  Me vestí y me tiré en la cama, algunas lágrimas lograron escapar pero las limpié rápidamente como si alguien pudiera verme.


A las pocas semanas, viendo los noticieros, me encontré con que Bill había vuelto a Alemania. Se le veía triste, y en una entrevista que tuve suerte de ver, dijo: “Encontré a alguien muy importante aquí y el día de San Valentín la volveré a ver, solo espero que no me rechace por que desde que la vi bajo la lluvia, me di cuenta de que estaba enamorado de ella.” 


Pasaron los meses, era aterrador, esa frase que Bill había dicho en aquella entrevista me dejó en shock durante estos dos meses. Lo extraño, y extraño sus labios, esos dulces labios por los que daría todo para volver a besarlos. Mañana era San Valentín y yo esperaba con ansias volver a verlo. 
Me metí a la cama con el deseo que de sea cierto todo lo que había dicho y con el sueño de volver a verlo.







"Me gusta el sonido de la lluvia chocar con el pavimento, 
porque el olor que emana lo encuentro exquisito.
Me gusta ver caer las hojas de los árboles en otoño, 
porque adoro el ruido que se produce al pisarlas.
Me gusta caminar descalza por toda la casa, 
porque me hace sentir una libertad absoluta.
Me gusta tomar una taza de café bien cargado por las noches, 
porque el insomnio me provoca ganas de escribir.
Me gusta quedarme dormida con el equipo de sonido encendido, 
porque siento una completa tranquilidad.
Me gusta jugar con mis pies sobre la arena de la playa, 
porque así evito pagar pedicurista.
Me gusta que los días sean fríos y nublados, 
porque así tengo una buena excusa para acurrucarme en tus brazos.
Me gusta verme el espejo antes de meterme a la cama, 
porque así puedo darme cuenta lo enamorada que estoy de ti con el brillar de mis ojos..."


— ¿En qué piensas? – se acercó por detrás y me abrazó por la cintura, ubicó su rostro sobre mi hombro y depositó un beso cerca de mi mejilla mientras yo seguía contemplando la hermosa luna llena.
— Me gusta… – di media vuelta y ubiqué una de mis manos sobre su pecho – Me gusta sentir los latidos de tu corazón, porque sé que laten por mí – sonreí sin desviar mi mirada de sus ojos.
— Así es, sólo lo hace por ti – apartó un poco mi cerquillo y besó mi frente delicadamente.
— Pero, sabes ¿qué es lo que más me gusta? – rodeé su cuello con mis brazos y cerré los ojos.
— ¿Qué?
— Tú – susurré antes de unir mis labios a los suyos.







Desperté de ese hermoso sueño en el que estaba él, y giré sobre mí misma en la cama, quedando boca arriba, mirando un punto en la nada.


– Bill… – susurré cerrando mis ojos.
– Dime – escuché a mi costado.
– ¿Por qué me haces esto? De tanto extrañarte ahora incluso escucho tu voz.
– No preguntes como, pero estoy aquí – sentí su aliento sobre mi cuello.


Abrí mis ojos y giré mi cabeza, estaba con una hermosa sonrisa a mi costado, arrodillado con los ojos brillando.


– Pero… – me alarmé a verlo. O esto era un sueño, o estaba volviéndome loca.
– Dije que vendría y aquí estoy.
– Bill, yo… – no entendía nada, estaba confundida, aturdida.
– No digas nada – me calló – Sólo quiero que me respondas una pregunta.
– ¿Cual?
– ¿Alguna vez te dije lo mucho que te amo? – dejé escapar una pequeña risa unida con un suspiro.
– Creo que no.
– Pues… Te amo – susurró antes de darme un dulce, tierno y delicado beso en los labios.
– Yo también. – murmuré cuando nuestros labios se separaron.


Se abalanzó sobre mi y lentamente nos despojamos de nuestras prendas, aún era de madrugada y la luz de la luna simplemente era testigo de lo que haríamos en ese momento.


– Feliz día de San Valentín. – nos susurramos a la vez, fundiéndonos nuevamente en un beso anhelado.
-----




0 comentarios:

 
Plantilla de Bika Thraumer